miércoles, agosto 26, 2015

Virgilio Andrade Patiño

















Ayer me recomendaron un comentario de Brozo en YouTube. Lo vi. Entre una risa y otra, el payaso tenebroso dio rienda suelta a su malditez contra EPN en Foro TV, canal de Televisa, mientras en el de las “estrellas” no lo tocan el copete ni con el pétalo de un boletín. Es una vez más, como en el caso de Loret, esa bien calibrada esquizofrenia para mantener a flote la nave de la credibilidad periodística. Pero bueno, lo cierto es que el payaso (payaso más allá del disfraz) resumió con acierto el resultado de la investigación que la Secretaría de la Función Pública hizo sobre las casotas de Peña Nieto y Videgaray Caso.
Palabras más o menos, Brozo expresó que le sorprendía la sorpresa con la que fueron recibidas las palabras exculpatorias de Virgilio Andrade Patiño. Todos, dijo, sabíamos perfectamente que eso iba a resultar, pues es imposible que un subordinado (que sólo está allí para hacerse pato) le tire a las escopetas.
Absolutamente cierto: todos sabíamos con mil años de anticipación que el monigote encargado del asunto había sido puesto en el puesto para desarrollar una función disfuncional: no hacer nada y al final de esa difícil labor declarar inocente, impoluto, incorruptible al mandamás. En todo caso, pues, lo que asombra es que sepamos siempre para qué sirven aquí las promesas de progreso y transparencia y actuemos como si no lo supiéramos.
Virgilio Andrade Patiño hizo lo que podía hacer. Hombre del sistema (su familia, hasta el primo más lejano, está enchufada a cargos públicos de diferente rango), tenía un papel para representar en esta farsa y lo desahogó congruente, sin que se despeinara uno solo de sus románicos caireles. Eso lo sabía hasta el más despistado televidente. Así entonces, lo que quizá pueda indignarnos es la moraleja: ¿cuánto dinero se desvanece en una secretaría como la de la Función Pública? ¿Ha sido creada para simular como en el caso que nos ocupa o de veras sirve para algo, detecta algo, castiga algo? Si nos atenemos al resultado obtenido para saber si hubo conflicto de interés o no en la adquisición de la Casa Blanca, es claro que se trata de simulación pura, lo que nos lleva a concluir que la corrupción en México sólo puede ser atacada con más corrupción, tanta que hasta es necesario mantener una secretaría que funja como tapadera, que mantenga en pie el mito (ya sólo propicio para el pitorreo) de que nadie está por encima de la ley y todo delito será castigado, ajá, caiga quien caiga.