Ayer
me recomendaron un comentario de Brozo en YouTube. Lo vi. Entre una risa y
otra, el payaso tenebroso dio rienda suelta a su malditez contra EPN en Foro
TV, canal de Televisa, mientras en el de las “estrellas” no lo tocan el copete ni
con el pétalo de un boletín. Es una vez más, como en el caso de Loret, esa bien
calibrada esquizofrenia para mantener a flote la nave de la credibilidad
periodística. Pero bueno, lo cierto es que el payaso (payaso más allá del
disfraz) resumió con acierto el resultado de la investigación que la Secretaría
de la Función Pública hizo sobre las casotas de Peña Nieto y Videgaray Caso.
Palabras
más o menos, Brozo expresó que le sorprendía la sorpresa con la que fueron
recibidas las palabras exculpatorias de Virgilio Andrade Patiño. Todos, dijo,
sabíamos perfectamente que eso iba a resultar, pues es imposible que un
subordinado (que sólo está allí para hacerse pato) le tire a las escopetas.
Absolutamente
cierto: todos sabíamos con mil años de anticipación que el monigote encargado
del asunto había sido puesto en el puesto para desarrollar una función
disfuncional: no hacer nada y al final de esa difícil labor declarar inocente,
impoluto, incorruptible al mandamás. En todo caso, pues, lo que asombra es que
sepamos siempre para qué sirven aquí las promesas de progreso y transparencia y
actuemos como si no lo supiéramos.
Virgilio
Andrade Patiño hizo lo que podía hacer. Hombre del sistema (su familia, hasta
el primo más lejano, está enchufada a cargos públicos de diferente rango),
tenía un papel para representar en esta farsa y lo desahogó congruente, sin que
se despeinara uno solo de sus románicos caireles. Eso lo sabía hasta el más
despistado televidente. Así entonces, lo que quizá pueda indignarnos es la
moraleja: ¿cuánto dinero se desvanece en una secretaría como la de la Función
Pública? ¿Ha sido creada para simular como en el caso que nos ocupa o de veras
sirve para algo, detecta algo, castiga algo? Si nos atenemos al resultado
obtenido para saber si hubo conflicto de interés o no en la adquisición de la
Casa Blanca, es claro que se trata de simulación pura, lo que nos lleva a
concluir que la corrupción en México sólo puede ser atacada con más corrupción,
tanta que hasta es necesario mantener una secretaría que funja como tapadera,
que mantenga en pie el mito (ya sólo propicio para el pitorreo) de que nadie
está por encima de la ley y todo delito será castigado, ajá, caiga quien caiga.