¿Cómo
puede caer tanto la economía de un país sin cambios sustanciales en su sistema
político? ¿Qué factor hace que el verdugo de una nación continúe sexenio tras
sexenio en el poder y ejecutando inocentes? ¿Hay una especie de síndrome de
Estocolmo en la ciudadanía pese al transexenal secuestro de su bienestar? La
única respuesta que tengo otra vez me hace pensar en grupos mafiosos, en
delincuencia organizada para seguir vapuleando al mexicano.
En
la semana que corre, dos textos periodísticos llamaron mi atención. Uno es
lagunero y otro nacional, y ambos bordean el mismo asunto, éste: el criminal
boquete que se le ha abierto al poder adquisitivo de los mexicanos en al menos
cuatro décadas de saqueo.
En
su artículo “En caída libre” (Milenio
Laguna), Sergio Antonio Corona Páez, maestro de la Ibero Torreón, señala
que “La pauperización ha sido un proceso continuo para los mexicanos. Nos hemos
acostumbrado a la pobreza, a la crisis, a los constantes aumentos en los
precios de todo y a la continua devaluación del peso. La supresión de los tres
ceros de nuestra moneda en 1993 equivale a la extirpación de la memoria
colectiva, a la desaparición de recuerdos políticamente ‘incómodos’, puntos de
referencia para calibrar la verdadera magnitud del desastre económico que se ha
venido gestando en México desde los años setenta”.
Y
en su columna Dinero de La Jornada,
Enrique Galván Ochoa anota: “El gobierno de Peña Nieto acumula ya una
devaluación de 31.78 por ciento. En diciembre de 2012 con 12.90 pesos se podía
comprar un dólar en ventanilla bancaria, ahora se necesitan 17 pesos. En otras
palabras, la moneda nacional ha perdido un poco más de la tercera parte de su
valor. Un dato sombrío: a partir de la devaluación de 1976, los gobiernos
priistas y panistas han sido responsables de pulverizar nuestra divisa. En el
sexenio de Echeverría la cotización era de 12.50 por dólar. Aparentemente no
hay una gran diferencia con los 17.00 de hoy. Sin embargo hay que recordar que
en el sexenio de Salinas de Gortari le dieron una manita de gato que consistió
en quitarle tres ceros, de otro modo hay serían necesarios 17 mil pesos para
comprar un billete verde. ¡La depreciación es de más de 100 mil por ciento!”
Ojo,
dije saqueo y no errores de gobierno o fallas en las políticas públicas, esto
para no dejar sembrada alguna duda que haga pensar en buenas intenciones de
quienes nos han gobernado. No han sido pifias, sino calculada depredación de
mafiosos lo que nos tiene hoy arrodillados frente al precipicio.