Las
preguntas aparecen cada vez con mayor frecuencia: ¿qué han sido y qué son hoy
los libros, qué pasará con ellos, cuál es su destino en un mundo gradualmente
dominado por la comunicación electrónica, en qué se convertirá la lectura si
todo sigue como hasta ahora? Arnoldo Kraus (Distrito Federal, 1951, médico y
profesor de medicina en la UNAM, articulista y autor, entre otros libros, de Apología del lápiz y Cuando la muerte se aproxima) ha pensado
en esas preguntas y en Apología del libro
(Conaculta, México, 2012) ofrece algunas respuestas atendibles no sólo por
quienes creemos en este objeto —es decir, lectores que no necesitamos ninguna
conversión— sino, sobre todo, por quienes desconocen o han renunciado al libro
como transformador del alma humana.
Este
libro sobre el libro es un ensayo libre, personal, sereno, como pensado con el chip de Montaigne puesto en la cabeza.
Sin dogmatismo, sin desgarrarse la piel para demostrarnos que es verdad lo que
poco a poco afirma, sin atestar de citas eruditas su reflexión, Kraus nos
convida un paseo por su pasión bibliográfica. Es un paseo lento, a pie, como
bien cuadra a un recorrido sobre este tema.
En
las páginas va quedando pues asentada su certeza sobre el valor todavía
fundamental del libro como organizador de la sensibilidad y la memoria de
nuestra especie. El contraste, claro, se establece entre el libro y los
soportes que lo han colocado en una zona marginal, más marginal que la padecida
por el libro antes de la aparición de internet. Kraus exalta las bondades del
objeto, las enumera: el contacto con el papel, el olor de la tinta, la
posibilidad de escribir con mano humana sobre sus hojas y todo eso. En la acera
opuesta, la lectura sobre pantallas, siempre vertiginosa, irreflexiva,
facilista, entrecortada, fragmentaria y superabundante, tanto que hoy se ha
hecho de códigos (“mensajes abreviados, casi sin idioma”) en los que nada entra
en real contacto con nada y todo se consuma en el plano de la virtualidad.
Apología del
libro,
objeto editorial bellamente ilustrado por el maestro Vicente Rojo, es en el
fondo un sereno llamamiento a quienes todavía sientan que puede ser posible,
sin renunciar a las nuevas tecnologías, creer en el libro como arma civilizatoria
principalmente porque con él podemos hacer algo que no excede las capacidades
humanas: pensar con calma, reflexionar con hondura, sentir que gracias a estas
puertas de papel entramos de veras en contacto con nuestros semejantes debido a
la magia de la impresión real.
Podrá
ser un clamor en el desierto, no sé, pero yo lo acepto y, como Arnoldo Kraus,
seguiré siguiéndolo.