Las ciudades a veces tardan en darse cuenta de lo verdaderamente valioso en términos artísticos. Torreón cumplió cien años y todavía muchas de sus autoridades ignoran el tamaño de los creadores que por fortuna nos visitan cada vez con más frecuencia. Ocurrió en Gómez Palacio el sábado pasado: Carlos Montemayor y Óscar Chávez, dos artistas de peso completo, se presentaron en el Teatro Alvarado y el alcalde Rebollo no fue para apersonarse en el lugar al menos con el fin de evitar el qué dirán. Hoy a las ocho, en el Museo de la Revolución (Lerdo de Tejada # 1029, Torreón), espero que no ocurra lo mismo con el alcalde Pérez Hernández, quien debería ser asesorado para recibir a Juan Gelman, notable visitante que ofrecerá una lectura de su poesía y seguramente conversará también con el público sobre su andanza como escritor y periodista.
En la actualidad Gelman es, se lo enfaticé hace poco a alguien que me preguntó sobre él, uno de los mejores poetas del mundo. Y le dije así: “del mundo”, no de Argentina ni de México ni de Latinoamérica, sino del mundo. Ir, pues, a escucharlo, recibirlo con beneplácito y admiración, es lo menos que puede hacer una ciudad que ahora desea preciarse de culta, de sensible ante los logros del arte.
Muertos los Borges, los Rulfos, los Paz, si todavía hay gigantes en la literatura latinoamericana, si todavía hay voces que merezcan ser oídas y leídas, una de ellas es sin duda la de Gelman. Lo dicen sus innumerables lectores y lo dicen sólidamente sus críticos: el argentino radicado en México es un poeta con todos los atributos. La crítica destaca en él lo que podría sentir cualquier interesado en las letras, así sea principiante: una voz inconfundible, un modo de expresar emociones e ideas, simpatías y diferencias que le han granjeado los elogios más nutridos y el rendido cariño de los lectores. Pero hay algo extra, y no es lo menos importante: Gelman es uno de esos poetas que primero, antes que escritores, son hombres. Hombres en el sentido amplio del término. Tanto es así que es imposible disociar su poesía de sus principios, separar su obra de su vida entregada a reflexionar honda, solidariamente en la justicia y su envés, y actuar en consecuencia.
“Víctima viva” de las dictaduras que golpearon a Sudamérica en los setenta, Gelman es un caso emblemático de la lucha para recuperar plenamente el oxígeno de la libertad. En aquellas horribles páginas de la historia latinoamericana, Gelman perdió a su hijo, Marcelo Ariel Gelman, y a su nuera, María Claudia García Irureta, quienes fueron secuestrados y asesinados por las garras de militares uruguayos; ella tenía siete meses de embarazo y, como en otros casos similares, se sabía que había dado a luz antes de que la mataran. Eso significó tres penas enormes para el poeta: saber el paradero de los restos de su hijo y de su nuera, y hallar a su nieta probablemente viva. “Soy un padre huérfano de hijo”, llegó a decir Gelman; también era un abuelo huérfano de nieto o nieta, hasta que en el 89, y gracias al ADN, pudo encontrar los restos de su hijo y, en el 99, también gracias al ADN, pudo al fin encontrarse con Macarena, su nieta de 23 años. Falta cerrar el capítulo de su nuera, aunque tantas penas no puedan tener un olvido definitivo.
Hoy, pues, Juan Gelman estará en La Laguna para leer su poesía. Lo trae el Icocult Laguna dentro del marco del Festival Artístico Coahuila 2007. Ojalá podamos acompañarlo, escucharlo con el respeto y la admiración que él ha sabido ganarse en todo el mundo.
En la actualidad Gelman es, se lo enfaticé hace poco a alguien que me preguntó sobre él, uno de los mejores poetas del mundo. Y le dije así: “del mundo”, no de Argentina ni de México ni de Latinoamérica, sino del mundo. Ir, pues, a escucharlo, recibirlo con beneplácito y admiración, es lo menos que puede hacer una ciudad que ahora desea preciarse de culta, de sensible ante los logros del arte.
Muertos los Borges, los Rulfos, los Paz, si todavía hay gigantes en la literatura latinoamericana, si todavía hay voces que merezcan ser oídas y leídas, una de ellas es sin duda la de Gelman. Lo dicen sus innumerables lectores y lo dicen sólidamente sus críticos: el argentino radicado en México es un poeta con todos los atributos. La crítica destaca en él lo que podría sentir cualquier interesado en las letras, así sea principiante: una voz inconfundible, un modo de expresar emociones e ideas, simpatías y diferencias que le han granjeado los elogios más nutridos y el rendido cariño de los lectores. Pero hay algo extra, y no es lo menos importante: Gelman es uno de esos poetas que primero, antes que escritores, son hombres. Hombres en el sentido amplio del término. Tanto es así que es imposible disociar su poesía de sus principios, separar su obra de su vida entregada a reflexionar honda, solidariamente en la justicia y su envés, y actuar en consecuencia.
“Víctima viva” de las dictaduras que golpearon a Sudamérica en los setenta, Gelman es un caso emblemático de la lucha para recuperar plenamente el oxígeno de la libertad. En aquellas horribles páginas de la historia latinoamericana, Gelman perdió a su hijo, Marcelo Ariel Gelman, y a su nuera, María Claudia García Irureta, quienes fueron secuestrados y asesinados por las garras de militares uruguayos; ella tenía siete meses de embarazo y, como en otros casos similares, se sabía que había dado a luz antes de que la mataran. Eso significó tres penas enormes para el poeta: saber el paradero de los restos de su hijo y de su nuera, y hallar a su nieta probablemente viva. “Soy un padre huérfano de hijo”, llegó a decir Gelman; también era un abuelo huérfano de nieto o nieta, hasta que en el 89, y gracias al ADN, pudo encontrar los restos de su hijo y, en el 99, también gracias al ADN, pudo al fin encontrarse con Macarena, su nieta de 23 años. Falta cerrar el capítulo de su nuera, aunque tantas penas no puedan tener un olvido definitivo.
Hoy, pues, Juan Gelman estará en La Laguna para leer su poesía. Lo trae el Icocult Laguna dentro del marco del Festival Artístico Coahuila 2007. Ojalá podamos acompañarlo, escucharlo con el respeto y la admiración que él ha sabido ganarse en todo el mundo.