domingo, mayo 13, 2007

Polacos en pelotas

A casi una semana de celebrado (obviamente con mucha pompa) el desnudo multitudinario, y todavía con el aroma a pelos púb(l)icos flotando en el ambiente moral de la república, atrevo un tardío pero no menos sesudo (sexudo) comento sobre el tema. Para empezar, y aunque suene un poquitín a padre Ripalda, no estoy de acuerdo con los desnudos indiscriminados. Al menos no con las fotos que hacen demasiado acercamiento a cuerpos que no están para verse así nomás, tan al detalle, como si fueran hermosos. Cierto que me gustan las imágenes de Tunick, esas que él hace a distancia y que parecen ríos de carne, dunas humanas, olas de epidermis sobre escenarios de concreto. Me gustan precisamente porque los cuerpos fofos, sin nalgas, las tetas colgantes de mamilonia y los chiles en nogada no se dejan ver en todo su esplendor, en close up, sino en una como mancha de abarrotada piel que les da a las fotos textura de tapiz. Creo que, por otro lado, el desnudo personal, el acercamiento al cuerpo humano sin ropajes, como entidad individualizada, sólo es grato en cuerpos armónicos, turgentes y saludables, jóvenes en suma. El otro caso me parece un poco lastimero, como testimoniar el deterioro y/o la tosquedad humanos y pensar que eso puede generar alegría para la vista. No es lo mismo Nicole Kidman que la Chupitos, así como no es lo mismo, supongo, ver en traje de rana a Alfonso Zayas que a Jorge Rivero, eso cuando ambos “actores” hacían desnudos en las “películas” de cabareteras. Por eso concluyo que no, que debajo de la ropa no todos somos iguales.
Debido a este debate muchos se han preguntado, o les han preguntado, si se animarían a desnudarse para el público. La sensata mayoría ha respondido, creo, que no, que por timidez o por respeto a la estética no mostrarían sus miserias ante la pupila del respetable. Soy, como buen lopezvelardeano, de los que se niegan a esa posibilidad, y mi argumento, como el de tantos otros, pasa por la timidez y porque no me siento particularmente apto para calzar trajes de Adán. Pero he imaginado qué veríamos si algunos polacos nuestros de cada día se animaran a posar para las cámaras y nos enseñaran hasta la cocina, hasta esos rinconcitos donde hacen su “nide les areñes”. Horror de horrores: si el Jefe Diego lo hiciera veríamos un amasijo de pelos entrecanos, changoleónico; si aceptara el secretario Carstens, advertiríamos una exuberancia de carnes como para mantener durante meses a una cuadrilla de caníbales. Si fuera la profesora número uno del país ya mejor no imagino nada, porque estoy comiendo y no quiero sentir náuseas. Definitivo: debajo de la ropa no somos iguales, lamentablemente.