Carlos Castañón hizo ayer un elogioso comentario sobre la mesa organizada el miércoles pasado en el TIM. Hablamos varios, como se difundió oportunamente, sobre el libro y la condición actual de la lectura, reflexión que nunca será ociosa en países asolados, como el nuestro, por un déficit aterrador de la cada vez más rara especie denominada homo bibliograficus. El mérito de la convocatoria le cabe a mi talentosa amiga Mariana Ramírez, quien con el auspicio del TIM y Claudia Máynez supo reunir, por primera vez entre nosotros, a un buen número de bibliómanos empedernidos.
Es difícil hacer en tan poco espacio un resumen de lo que se dijo aquella noche; fueron muchos los pareceres y harto ricas las experiencias allí narradas, tanto que la reunión rebasó la insólita marca de las dos horas y media. Sin embargo, en un intento por extraer la esencia de cada participación, quiero sintetizar algunas de las respuestas expresadas a estas preguntas: ¿Cuándo y cómo ocurrió su primer contacto con los libros? ¿Cómo definen al libro, dependiendo de lo que les representa tanto objetiva como subjetivamente? ¿Si desarrollan un oficio relacionado con la producción o difusión de libros, por qué decidieron dedicarse a ello? ¿Si consideran a los libros una de sus herramientas de vida laboral y personal más importantes? ¿Cuál es su diagnóstico acerca del futuro del libro frente a las condiciones actuales de la economía, el interés de los lectores y las novedades tecnológicas?
Saúl Rosales definió al libro como instrumento bicéfalo de conocimiento e imaginación, como la posibilidad “de tener una familia más grande y más sabia”. El profesor Sergio del Bosque, librero, hizo una participación anecdótica y en todo momento destacó la importancia de sus preceptores al momento de elegir el camino de los libros (como lector y vendedor). La diseñadora e ilustradora Patricia Hernández enfatizó la importancia del cuidado editorial, el beneficio que se le hace al lector cuando los libros exhiben una apariencia estética impecable. Carlos Castañón, en su papel de investigador, hizo ver la importancia del libro como fuente de información y reflexión científicas, así como depósito natural del conocimiento encontrado por quienes se dedican a trajinar en la ciencia. La joven estudiante de derecho Sofía González definió al libro como una “oportunidad”, la que se puede dar cualquier persona para dialogar con el saber expresado en signos sobre papel. Velia Ruiz, bibliotecaria, hizo un veloz recuento histórico de las bibliotecas en Torreón. Fue pues, sin duda, una mesa grata y aleccionadora. No es mala idea que su convocatoria se repita.