Para saber de golpe qué es y qué consecuencias tiene el calentamiento global, le he pedido a Paco Valdés su más reciente colaboración para la revista Nomádica (número 31). Creo que tal tema está expuesto allí con inmejorable claridad. Va:
Calentamiento global, desgracia local
Francisco Valdés Perezgasga
El calentamiento global es un problema de dimensiones planetarias al que hemos hecho poco o nulo caso. No es un problema para mañana, es un problema que ya tenemos encima. No estamos al cinco para las doce, estamos cinco minutos después de la medianoche. Aún suponiendo que, por arte de magia, los humanos dejáramos de producir gases de efecto invernadero, el calentamiento global continuaría su marcha de destrucción. Pero si no hacemos nada, esa marcha será más acelerada y la destrucción será mayor. Por ello conviene enterarnos y obrar en consecuencia.
Los gases de efecto invernadero son varios, pero quizá los más importantes sean el bióxido de carbono y el metano. Ambos se producen de manera natural y se han producido desde hace millones de años. Lo que hace a nuestra época una era especial es que los humanos, al transitar de una civilización basada en la energía solar a una basada en la quemazón de combustibles fósiles, nos hemos convertido en una fuente sumamente importante de estos gases de efecto invernadero. El bióxido de carbono y el metano en la atmósfera crean una capa equivalente al vidrio del invernadero: dejan entrar la luz que calienta lo que está bajo el vidrio y luego impide que ese calor se disipe. De esta forma el invernadero —o el planeta— incrementa su temperatura. En el invernadero, por supuesto, el agricultor o floricultor puede controlar la temperatura interior abriendo y cerrando ventilas pero esa opción no la tenemos a la mano en el caso de nuestro planeta. La temperatura global está subiendo y nos estamos cociendo dentro.
Un planeta más caliente altera los flujos y corrientes de aire y agua. Genera eventos climáticos cada vez más violentos e impredecibles. Pero también las nuevas temperaturas producen cambios más sutiles y hacen que, de pronto, una señora en las faldas frías del Montseny, en Cataluña, pueda cultivar melones en su patio por primera vez en la vida. O que en esa misma montaña catalana se vayan reduciendo las extensiones de pradera alpina al ser invadidas por los árboles que antes no eran capaces de sobrevivír en las frías alturas. Mucho me temo que, al no tener tierra más alta en la cual sobrevivir, los frescos bosques de pino y encino de Jimulco corren un gran riesgo ante el cambio global. Resulta descorazonador saber que estos bosques, comunes en nuestros llanos de Bermejillo y de San Pedro hasta hace quince mil años y que han sobrevivido durante milenios en las alturas frescas de la sierra, estén condenados a desaparecer por culpa de las actividades irreflexivas de la especie humana.
Otro animalito que viene migrando hacia nuestro alto Desierto Chihuahuense es el mosquito conocido por la ciencia como Aedes aegyptii, el mosquito de la fiebre amarilla y del dengue. Un animal desconocido para los laguneros está desde hace años entre nosotros. Es el vector de tres enfermedades, entre ellas el dengue en sus dos variantes: clásica y hemorrágica. La próxima vez que vea un moyote fíjese en sus finas patas, si tiene bandas claras y oscuras, es decir, atigradas, casi seguro se trata del A. aegypti. Las grandes ciudades de África fueron fundadas en llanos altos y frescos para evitar la presencia de los moyotes del género Anopheles. Ante el cambio climático, el mosquito de la malaria se va acercando a las grandes ciudades africanas amenazándolas con grandes epidemias. No sólo son estos dos casos de riesgos. La malaria ha empezado a aparecer en el sureste usamericano cuando tenía ya décadas de haber sido erradicada. De igual manera el suroeste de nuestro paìs vecino está amenazado por la fiebre hemorrágica causada por el Hantavirus y por la terrible peste bubónica que, al decir de los expertos resurgirán como consecuencia de los cambios del clima.
De una cosa podemos estar seguros: el cambio climático tendrá consecuencias para todos los humanos y muchas de estas consecuencias serán graves y devastadoras. Será un mundo de más riesgos para aquellos que hoy tienen veinte o menos años. No hablamos de catástrofes en un lejano futuro, estamos hablando del mundo que habitarán nuestros hijos. De lo que hagamos hoy depende que tan profundos, extensos y graves sean estos eventos. Los cambios que vienen pueden atemperarse y pueden aminorarse, pero desgraciadamente no pueden ya evitarse.
Por ello màs de un líder ha dicho que actuar hoy contra el cambio climático no es una opción política o una moda pasajera, es un imperativo moral. No podemos quedarnos cruzados de brazos ante lo que se nos viene. fvaldes@nazasvivo.com