sábado, mayo 19, 2007

Mimemos a los mimos

No es amplio todavía el bufet de espectáculos artísticos en La Laguna. En realidad tenemos poco teatro, cada vez más numerosa pero todavía insuficiente música, frecuentes exposiciones, decorosa exhibición literaria y a veces algo de danza, todo ello de diferentes calidades y grados de profesionalismo. Por esa razón no puedo menos que celebrar la presencia en La Laguna de un grupo teatral cuya apuesta está en el arte de la mímica. Se trata de Proyecto M, asociación de chavos perteneciente al Centro de Arte Multidisciplinario (CAM).
Los he visto un par de veces, una en el TIM y otra, el domingo pasado, en el Teatro Nazas. Entre ambas presentaciones hubo un paréntesis, calculo, de ocho o diez meses, no recuerdo con exactitud. Lo importante es que, pese a las evidentes limitaciones actorales expuestas en cada rutina, se trata de jóvenes que están tratando de ganar el aplauso público, y es tal su entusiasmo que, a mi parecer, merecen respaldo. Los mimos Manuel Solís, José Luis Navarro, Édgar González y Ricardo Castruita logran trabar un espectáculo en donde el humor es acompañado a veces por crítica social y no obstante cierta deficiencia en el ritmo escénico es posible vislumbrar las amplias y bienvenidas posibilidades de la mímica como derivación del trabajo escénico.
La obra presentada llevó como título “Dónde está el mimo?” (así, con un solo signo de interrogación). Fueron cuatro sketches (cada uno duró cerca de quince minutos) titulados “El chicle”, “El faquir”, “Drogadicción” (el de mayor acento social) y “El vampiro”, acaso el más gracioso de los cuatro, pues a la simpática figura del chupasangre (Manuel Solís) se suma una idea interesante y bien desarrollada. Sé qué la mímica no requiere demasiada parafernalia, pero no sería mala idea que a cada cuadro se le añadiera un poco más de elementos escenográficos, esto para que no aparezcan en todos los sketches la misma banca de parque público y las mismas candilejas de luz citadina. También, y por eso hablé del lapso transcurrido entre las dos ocasiones que tuve la suerte de verlos, es fundamental que cambien las rutinas. Creo que hubo tiempo suficiente para que en esta segunda presentación, la del domingo 13 en el Nazas, los muchachos armaran nuevas historias, de suerte que el público deseoso de verlos otra vez pudiera encontrar relatos inéditos.
Pese a ello, insisto, da gusto que jóvenes como los de Proyecto M (imagino que M significa “mimo” o algo así) trabajen en torno a una actividad artística poco explotada en nuestra región. Eso es, independientemente de las limitaciones y los errores, digno de todo reconocimiento.