domingo, abril 04, 2010

De los montes a Torreón



Miguel Báez Durán escribe muy bien y es un pozo de actualizada información literaria, cinematográfica y televisiva. Las letras, el cine y la televisión, no sé si en ese orden, son sus tres pasiones, y a ellas dedica sus días y sus años. Como sabemos, este escritor nació en Monterrey hacia 1975, ha transcurrido en Torreón la mayor parte de su vida (donde lo conocí como alumno de la UIA Laguna) y ahora es residente en Montreal, ciudad etimológicamente tocaya de nuestra Sultana, porque “monte-real” es lo mismo exactamente que “monte-rey”. Báez Durán ha publicado cuatro libros, el más reciente uno de cuentos titulado Miel de maple. Y bien, en la idea de recomendar un blog amigo al menos un domingo de cada mes, invito a que visitemos De Torreón al monte, logrado ejemplo de site personal sobrio e inteligente, sin el confeti vacuo de tantos y tantos espacios individuales que hoy pululan en la red. El texto que viene es el más reciente post; su título es “Polanski bajo vigilancia y sin rasguños”. Digan si no se trata de un artículo ameno y pensado con todas las neuronas:
“La película comienza con la llegada de un ferry a una tranquila isla en el noreste de los Estados Unidos. Uno a uno los automóviles irán saliendo de la embarcación dirigidos por un empleado. Una camioneta se quedará abandonada ahí, en el vientre de la nave, sin dueño que la maneje. El vehículo representa, como en todo buen thriller, un muerto con el que se despliega el primer hilo de la trama a tejer. De inmediato, el cineasta nos lo muestra, arrastrado por las olas y a la orilla de una playa.
De esta forma, el más reciente crédito de Roman Polanski no será solamente recordado como aquél en el que se hallaba trabajando en septiembre de 2009 cuando fue arrestado por un delito cometido décadas atrás. De idéntica manera en que Polaski ha vivido bajo los signos de la —justificada o no— persecución, uno de sus personajes en The Ghost Writer (2010) pasará por una situación escalofriantemente similar: Adam Lang (Pierce Brosnan) es un ex primer ministro inglés cuya carrera en más de un dato nos recuerda a Tony Blair. Eso por su incondicionalidad con el gobierno de los Estados Unidos para luchar una guerra más que impopular. Adam Lang está en graves problemas. No sólo quien lo ayudaba a escribir sus esperadas memorias ha muerto sino que pocos días después de que el cuerpo apareciera —en el retiro de una isla en Massachusetts— Lang se ve envuelto en un escándalo mediático de violación de derechos humanos contra prisioneros sospechosos de terrorismo. Con tal de acabar con esa plaga moderna y estando en funciones, el señor se pasó el derecho internacional por donde mejor le placía.
Se requiere al menos un nuevo escritor para terminar las memorias. Éste tendrá el rostro de Ewan McGregor, aunque no su nombre. El escritor fantasma —quien da título a la cinta— permanece despojado de nombres como para hacer notar su insignificancia y su falta de reconocimiento. Fantasma para el inglés. Negro para el español. El joven pronto es enviado al búnker en que se ha convertido la casa de Lang en la isla. Conocerá a su asistente y probable amante Amelia (una Kim Cattrall haciendo su mejor esfuerzo por hablar con acento inglés) y, mucho más importante, a su esposa Ruth (una Olivia Williams sí fabulosa).
Con The Ghost Writer Roman Polanski confirma que ni los años ni sus problemas legales —por los que llevó a cabo la post-producción de este filme con un proceso de extradición pendiendo sobre su cabeza— han minado la mente de este extraordinario director capaz de armar la telaraña del thriller de manera quizás tan magistral y sutil como el propio Alfred Hitchcock. Para eso se vale del notable y ya por años conocido carisma de McGregor que igual se asocia con los mercachifles —muy consciente de su estrellato— como con realizadores de propuestas mucho más interesantes (Peter Greenaway, Woddy Allen, Tim Burton y, en esta ocasión, Polanski). La identificación con el personaje en una situación extrema (el famoso ‘hombre ordinario en una situación extraordinaria’ de Hitchcock) resulta efectiva gracias al trabajo de McGregor. El paso de un planteamiento ideal para el escritor —un trabajo rápido de unas cuantas semanas que le dejará mucho dinero— hacia el deterioro total se da tan mesuradamente como en El bebé de Rosemary (1968). Aunque sin duda The Ghost Writer no es superior al filme que protagonizara Mia Farrow.
La muerte del antecesor del fantasma lo envolverá entonces en una intriga donde incluso la CIA mete la mano. Y Polanski, a diferencia de su protagonista, sale de esta empresa sin un rasguño. A final de cuentas, The Ghost Writer es un entretenimiento en suma recomendable. A manera de desagravio, ganó el Oso de Plata a mejor director en el festival de Berlín. Y todavía no tiene título ni fecha de estreno para México”.