miércoles, mayo 29, 2024

El método Chandler


 






No es infrecuente que en las entrevistas a los escritores se les pregunte si tienen algún tipo de ritual para que las musas acudan y ayuden a trabajar. Algunos responden que no, que simplemente se sientan frente al teclado y comienzan a fluir las palabras por sus brazos, esto sin importar ninguna situación externa como el horario, el ruido, la música, el calor, el frío, el alcohol, el café, el cigarrillo o cualquier otro tipo de estimulante. Otros más, quizá la mayoría, expresa que si no se presentan ciertas condiciones, las que cada cual ha elegido, son incapaces de parir un solo párrafo.

Entre los dos extremos, claro, hay puntos intermedios, tipos que se muestran favorecidos por alguna condición que, si no se da, de todos modos no quedan anulados, pues se fuerzan a escribir más allá de las cábalas personales o de las circunstancias que bombardean desde el exterior.

Leo ahora un brevísimo libro de Osvaldo Soriano titulado Soriano por Soriano, obviamente autobiográfico. Allí, en uno de sus pasajes hace una afirmación que me gustaría compartir tal cual: “Hoy me enorgullezco de no haber escrito jamás una línea en horas de la mañana. Parece un orgullo esnob pero yo sé que, si lo intentara, saldrían sólo disparates. Lo más temprano que llego a escribir es a las seis o siete de la tarde, y escribo mejor cuando me encierro en lugares extraños, que alquilo o me prestan. Si no conozco a nadie y no hay teléfono, mejor. Chandler recomendaba a los escritores un método que le parecía infalible para vencer la pereza: encerrarse en su cuarto y no hacer nada. En ese juego está permitido no escribir, pero totalmente prohibido hacer otra cosa. Ni leer, ni ver películas, ni hablar por teléfono, ni revisar la contabilidad. Nada que no sea rascarse, mirar el techo, prender y apagar la luz y fumar cigarrillos. Al cabo, pensaba Chandler, uno se harta de no hacer nada y se pone a trabajar”.

Esto lo escribió Soriano cuando internet estaba a punto de entrar a saco en la vida de la humanidad, así que el método de Chandler ahora debe añadir la prohibición del celular. Si no es así, su prescripción resultará derrotada sin piedad por las notificaciones que hoy, para cualquiera, no sólo para los escritores, son el gran enemigo de cualquier concentración.