sábado, mayo 25, 2024

Teatro, juventud y talento

 









Es la tarde del miércoles 22 de mayo y no sabemos con exactitud el destino de la noche. “Vamos de nuevo al teatro”, le digo a Maribel. Buenos Aires, se sabe, es una ciudad abarrotada de teatros. Por ejemplo, las grandotes de la avenida Corrientes, y muchos pequeños a veces levantados con menos plata que ilusión, como dice algún tango. Elegimos otra vez el Nun, un espacio pequeño y acogedor donde a diario hay una puesta diferente y cada una se repite cada ocho días durante cierta temporada. Leí en la web del Nun los comentarios de Tardamos diez años en llegar al corazón, la obra del día, y todos eran elogiosos. Ante los piropos uno entiende que pueden ser excesivos, pero era para el caso lo de menos: la obra nos quedaba cerca, a cuatro cuadras, y las caminamos con el deseo de pasar un buen rato. Esto decía su sinopsis: “Tardamos diez años en llegar al corazón es la historia de dos niñas que deciden matar a su pez llamado Naná. Este pequeño crimen será el fin de la calma de esta familia. Una madre triste, un padre cansado, una tía poco querida y dos niñas muy atentas. Las verdades irán saliendo a flote y la pregunta será: ¿qué hacemos con ellas?”

Pero el buen rato apetecido no lo fue bueno, sino maravilloso. La obra, escrita por Maga Rosu cuando tenía 18 años, cuenta una historia intensa, escrita con precisión y fluidez, con pasajes que pasan de lo cómico a lo tierno y de lo tierno a lo doloroso, todo sin solución de continuidad, a un ritmo emocional de vértigo. Si a la altura del texto se colocan además, como es menester en una obra de teatro, la puesta y sobre todo las actuaciones, el resultado es redondo, podría decirse que cercano a la perfección.

En este punto es necesario destacar las actuaciones. Las cinco son espléndidas, de tan alta calidad que ninguna se queda corta ni desbordaba a las demás: todas lucen una exactitud que pasma, una entonación y una gestualidad en sintonía con la condición del personaje y su situación en cada secuencia.

Juana (Maia Lis) y Elena (Anna Fantoni) son las dos hijas de la familia. La primera es involuntariamente graciosa, inquisitiva, imprudente; la segunda, claridosa, aguda, precozmente adulta. Cada cual desde su trinchera, acribillan con preguntas y respuestas sorprendentes a su padre (Gabriel Schapiro) y a su madre (Maru Belli), que son, él, un tipo abrumado por la vida y las responsabilidades, un tanto tibio en la autoridad con sus hijas; y ella, una mujer atravesada por una melancolía de origen incierto, una pesadumbre que la mantiene en el rincón de los afligidos. El catalizador de un estallido en esa familia algo convencional llega con la aparición en escena de la atractiva y medio lagartona tía Silvia (Susana Giannone), lo que detona un conflicto urticante en el hogar.

Pero, más allá de la trama y de las impecables actuaciones, asombra que se trate de una obra escrita por una joven de 18 que hoy tiene 22, y que ella misma sea la responsable de la dramaturgia y la dirección. Lo dicho: hoy muchos jóvenes viven extraviados en la Absoluta Nada del celular, pero los que sí están sacando provecho a la era de la información pueden tener veinte años y exhibir una madurez de cuarenta. Es el caso de Maga Rosu, autora y directora de Tardamos diez años en llegar al corazón.