sábado, diciembre 30, 2023

Serrat ochentón












No soy ni seré flor ni espejo de melómanos, pero a lo largo de mi ya sexagenaria vida he sabido escuchar con atención y gratitud a varios hacedores de música popular y culta. Alguna vez establecí una lista de mis admirados, y no sin asombro vi que se expandía hasta incluir una cantidad de nombres no sólo amplia, sino harto variada. La amplitud de mi enciclopedia musical se debe, creo, a un ancho de banda que no sé por qué deja entrar en mi gusto a personajes de lo popular y lo culto por igual. No es, tampoco, una sumatoria aplastante, pero en su arco deja entrar lo mismo a Bach y a Vivaldi que a Javier Solís y Adriana Varela, y lo mismo a Yupanqui que a Pérez Prado y Lola Beltrán. Eso sí: jamás descenderé al inframundo de los actuales pesoplumíferos; hasta allí no llego ni amenazado con una fusca en la nuca.

Que el largo e innecesario preámbulo que me acabo de echar sirva como telón de respeto y agradecimiento a Joan Manuel Serrat, compositor y cantante que sin duda ocupa un lugar significativo entre mis afectos auditivos. Dado que nació en Barcelona hacia 1943, el pasado 27 de diciembre llegó a los ochenta de su edad, motivo más justificado para celebrar la calidad de su trabajo, un trabajo prolongado hoy a casi sesenta años de trajín en el mundo de la cantautoría.

Se dice fácil, como decir se suele, pero llegar a casi seis décadas de plenitud creativa no es sencillo. Para lograrlo se necesita una escalera grande y otra chiquita, ambas permanentemente firmes y de pie. La clave de Serrat no ha sido, por supuesto, su voz, de poca potencia y un poco temblorosa, aunque siempre bien colocada en cada nota, jamás desafinada. El fuerte, la magia de Serrat ha estado, obvio, en sus letras y sus arreglos. Todos tienen algo, una belleza que sin incurrir en densidades y hermetismos logra comunicar emociones con las palabras justas, siempre con matices melancólicos, tristones, críticos y, cuando lo requiere la ocasión, hasta humorísticos.

La belleza es difícil de explicar. Le pasa lo que le pasa a la definición del tiempo cuando se la preguntaron a San Agustín, según dicen: si no me lo preguntan, lo sé; si me lo preguntan, no lo sé. Yo sé que hay belleza en las letras de Serrat, pero a la hora de explicarla es cuando batallo. Sin embargo, es posible sobrevolar su inteligencia, discernirla.

Sus letras son muchísimas, y no me detendré en pensar una completa aunque con una sola pieza podría ser demostrada la malicia literaria de Joan Manuel. Es el caso del “Romance del curro El Palmo”, una de las canciones más tristes y desgarradoras que registro. Serrat tiende a lo narrativo, a contar historias con versos, y siempre encuentra las palabras y las frases justas para ilustrar sus relatos.

En sus composiciones el español es manejado sin oropeles, con pulcritud y soltura. El catolicismo, la guerra civil, el franquismo, el catalanismo, el anarquismo, las aspiraciones y los miedos de la sociedad española del siglo XX respiran en cada pieza. En “Fiesta” se siente desde los primeros versos una fiesta popular española: “Gloria a Dios en las alturas / recogieron las basuras / de mi calle ayer a oscuras / y hoy sembrada de bombillas”. Hay aquí una gota de humor: agradecer a Dios porque recogieron las basuras.

En “No hago otra cosa que pensar en ti” el poeta desea escribir una canción a la mujer amada, pero el proceso es un desastre. Las musas no aparecen y en sus estrofas se filtra el humor: “Busqué, mirando al cielo, inspiración / y me quedé colga’o en las alturas. / Por cierto al techo no le iría nada mal / una mano de pintura”. En “Cada loco con su tema” Serrat señala preferir, en una luminosa hipérbole, “el lunar de tu cara a la pinacoteca nacional”. En “Llegar a viejo”, un portento, me deslumbra “Si no se llegase huérfano a ese trago”, la vejez. En fin, aciertos a pasto los del artista catalán que rindió tributo a su pueblo con “Por las paredes”, una canción perfecta.

Martín Palacio Gamboa, amigo poeta y músico uruguayo, armó por estos días una lista de sus veinte serrateanas favoritas. Yo tengo las mías también, pero temo que preferiría una lista de cuarenta o cincuenta. Serrat es tan bueno que perdurará. Sus canciones son ya un patrimonio intangible de muchísimos admiradores a los que sin duda sucederán otros cuando nos hayamos ido.

Desde mi lagunero anonimato digo, pues, felices ochenta, maestro Joan Manuel.

Por último y al margen: feliz 2024 para los pasajeros habituales de Ruta Norte. Que los abrace un año espléndido.