sábado, diciembre 09, 2023

Cuadernillos a merced








En noviembre del año que cerrando vamos fue presentada una colección de seis cuadernillos publicados por la Ibero Torreón. Los textos que componen cada ejemplar nacieron en el seno de Taller de periodismo de opinión de la mencionada universidad, y fueron organizados por Laura Elena Parra (Letras sobre letras), Claudia Rivera Marín (Mente, corazón y letra), Claudia Guerrero Sepúlveda (México en lontananza), Zaide Seáñez Martínez (Sentipensar de mujer) y Andrés Rosales Valdés (Observatorio de salarios). El quinto de la serie es Voces de la calle, de mi autoría. Además de su materialización en papel, están disponibles en documentos de PDF separados que aquí es posible “bajar” gratis. Va la antesala de mi plaquette:

La más importante y decisiva creación humana la tenemos siempre frente a nosotros, tan a la mano que ni siquiera es necesario estirar el brazo para asirla. Es el lenguaje, la posibilidad de articular palabras y, con ellas, cristalizar el asombro de comunicar desde lo más sencillo hasta lo más complejo. Quien advierte esta maravilla no tiene ya escapatoria: como todo pasa por las palabras, la vida es un permanente catálogo de posibilidades para el goce y la reflexión.

Hay un ensayo en el que Borges analiza versos de cuño populachero. Los ha elegido deliberadamente burdos para demostrar que hasta la escritura menos esmerada admite una explicación ceñida a la retórica: cualquier criatura de palabras posibilita la observación de su engranaje. Así entonces, en todo lo que enunciamos hay aciertos o pifias, hallazgos deslumbrantes o expresiones gastadas, logros impecables o transgresiones de la lógica, poesía o fealdad, fluidez o tortuosidad, inteligencia o estupidez.

Lamentablemente, como nos son tan naturales, pasamos a través de las palabras sin pensar en ellas, como si no fueran el producto más acabado y perfecto de la cultura humana. Suelo referirme a esta indiferencia cuando comento los primeros dos versos del archiconocido huapango “La malagueña”, que cantamos sin pensar: “Qué bonitos ojos tienes / debajo de esas dos cejas”, y ya desde allí hay algunos disparates: es obvio que los ojos están “debajo” de las cejas, y además no es necesario decir que las cejas son dos, pues no es habitual encontrar seres humanos con tres o más cejas que sirvan de ornamento para tres o más bonitos ojos.

En la conversación familiar, en la publicidad, en el periodismo, en el diálogo que entablamos con el compa de la vulka cuando se nos poncha una llanta, en una conferencia de las pleonásticamente llamadas “magistrales” (si la conferencia no implica magistralidad, ¿qué caso tiene ofrecerla?), en las clases, en los memes, en todos lados se abren posibilidades para indagar en los entresijos de la palabra. Lo único que hace falta es un poco de curiosidad y aceptar que nada define mejor al ser humano que el hecho prehistórico de hablar y —más recientemente, desde hace cinco mil años— de escribir.

Voces de la calle es, en síntesis, un testimonio quizás un tanto juguetón, pero en el fondo serio, de mi inacabable estupor ante el instrumento que, por ejemplo, me ha permitido llegar hasta aquí, a este párrafo, y saber que soy, quevedianamente, escuchado con los ojos de quien lee. Bienvenidos pues a este manojito de perplejidades cuyo título encontré en unos versos de Joan Manuel: “Pero puestos a escoger soy partidario / de las voces de la calle / más que del diccionario”.