domingo, febrero 26, 2023

Quince años sin Enriqueta Ochoa












Digamos que es una frustración algo infantil, pero importante porque hoy es facilísimo no quedarse con las ganas que voy a comentar. Estábamos ya cerca de cruzar la frontera de los milenios, era 1998, y en alguno de sus días fue revelado el nombre del ganador del premio nacional de poesía Enriqueta Ochoa. Resultó que el ganador fue una ganadora, la poeta michoacana Lucía Rivadeneyra, con el libro En cada cicatriz cabe la vida. Pasaron algunas semanas y por invitación de no recuerdo quién asistí a la premiación en el antiguo edificio de la presidencia municipal de Torreón, ya demolido para dar espacio a la actual Plaza Mayor. En la ceremonia estuvieron presentes, obviamente, la ganadora del certamen y nada más ni nada menos que doña Enriqueta Ochoa. Allí la conocí personalmente. Ella tenía en aquel momento setenta años justos, y creo que ese fue su último viaje, o acaso el penúltimo, no sé, a la ciudad que la vio nacer el 2 de mayo 1928.

La ceremonia se desarrolló según el protocolo de esos actos, y yo sólo estuve allí en calidad de público. Al final logré acercarme a doña Enriqueta, la saludé, le dije tres o cuatro admiradas palabras entre la gente que la rodeaba y me fui para seguir en alguna de mis actividades. Me sentía orgulloso: había conocido y saludado de mano a nuestra máxima poeta.

No recuerdo si ese mismo día o al día siguiente yo estaba trabajando en mi oficina de la revista Brecha, donde coordinaba el suplemento cultural, cuando recibí una llamada algo imperiosa. Mi amigo Fernando Martínez Sánchez, también escritor, me instó a correr hacia el restaurante del hotel Marriot para comer junto a él, María (su esposa), Lucía Rivadeneyra y Enriqueta Ochoa. Creí que era una broma, pero Fernando me aseguró que no, que me estaba llamado de la recepción del hotel y que en cinco minutos estarían sentados en una mesa junto a la gran escritora. “Vente ya”, me dijo.

Sin pensarlo dejé todo como estaba, corrí a mi auto (¿la Caribe?) y avancé hasta el restaurante. Llegué diez minutos después y, en efecto, como me lo había dicho Fernando, allí estaban ya reunidos y con el gesto de revisar las cartas del menú. Fernando me presentó con su amiga Enriqueta, le dijo que yo era el joven escritor lagunero del que le había hablado, y Enriqueta me indicó que la silla vacía ubicada a su izquierda era la que habían dejado disponible para mí. La conversación se dio como siempre en las reuniones colectivas, azarosamente. Como doña Enriqueta, Lucía Rivadeneyra era una persona muy cordial, y no faltó, claro, que se hablara sobre poesía. Recuerdo que la maestra habló algo de sus achaques, de sus malestares, pero de modo amable, como una consecuencia lógica de la edad. Aunque la tenía a un lado, creo que no le pregunté nada directamente, pues supongo que me sentía anulado ante su ya mítica estatura. Al final, la comida duró como una hora o poco más, y nos despedimos.

En el regreso a la oficina reparé en el detalle: no había llevado un libro de Enriqueta para obtener de ella una dedicatoria. Tampoco se había hecho una sola foto grupal, pues todavía faltaban algunos años para tener cámaras ubicuas en los celulares. Decidí entonces investigar el lapso que duraría la estancia de la maestra en Torreón, pero luego me devoró la chamba y dejé esa búsqueda para cualquier otra ocasión que por supuesto no se dio, y así quedé, con esta frustración de por vida. Cierto que años después presenté en el Teatro Nazas, junto a Esther Hernández Palacios, especialista en la obra de Enriqueta Ochoa, la obra poética completa de EO publicada por el Fondo de Cultura Económica, pero en aquella oportunidad la maestra ya no viajó a Torreón. Así llegó el 2008, cuando murió a los ochenta años, y esto significa que en 2023 cumpliremos el aniversario quince de su partida.

Por suerte, y sobre todo en Coahuila, como debe ser, la obra de nuestra poeta mayor ha sido multiplicada en varios libros y homenajes. Uno de los títulos más bellos publicados en estos años es El fuego que arrasó mis llanuras. Fue editado por la Secretaría de Cultura de Coahuila y está disponible para descarga gratuita en el portal de la SEC, aquí.

Se trata de un libro, digamos, introductorio a la vida y a la obra de la maestra. En la presentación, Ana Sofía García, secretaria de la SEC, al referirse al primer libro de EO, señala que “La recepción que tuvo el poemario en su ciudad, y en México, fue escanda­losa: los curas, desde el púlpito, prohibían que se leyera el libro y algunas religiosas le aconsejaban que lo quemara. Desde su primer libro, se escuchó la voz poética, potente y desgarradora, de Enriqueta, se sintió el dolor de la palabra que, de alguna manera, se reafirmaría más tarde con poe­marios como Los himnos del ciego, Retorno de Electra, Bajo el oro pequeño de los trigos y Asaltos a la memoria”.

Contiene asimismo una página que no resisto la tentación de citar íntegramente: “Para mí la poesía es el hallazgo de lo insólito en lo cotidiano. Después de que se ha descendido a las zonas más profundas del ser, más allá de la trave­sía del subconsciente, en donde lo su­blime y lo terrible se dan la mano, la pa­labra nombra la esencia y existencia del hombre. Es el mundo de las vivencias el que mejor configura los símbolos, la magia, las imágenes, la liberación de las palabras concretas. La poesía como la­bor es ardua y en ella es fácil perderse, desmoronarse en pequeños fuegos ar­tificiales. Yo quiero ir más allá, decir lo más entrañable mío, que en todos los casos es de los demás”, dijo EO; el libro suma ensayos de Beatriz Espejo (“Enriqueta Ochoa”), Esther Hernández Palacios (Enriqueta Ochoa o el retorno del mito”), Javier Molina (“Prohibido desde el púlpito, un libro de Enriqueta Ochoa”), Emmanuel Carballo (“Escritura al margen de capillas y modas”) y Adriana del Moral (“Bautizada por el viento. Entrevista con Enriqueta Ochoa”), y, además, entre los ensayos, añade varios de los poemas más representativos en la obra enriqueteana.

Este libro es una bella y cómoda edición de Alejandro Beltrán con ilustraciones de Estefanía Nicté Estrada. Por todo, y dado que en 2023 llegamos al décimo quinto aniversario luctuoso de Enriqueta Ochoa, como documento es ideal para lograr un primer acercamiento a la vida y la obra de la poeta mayor de La Laguna.