No son muchas, y precisamente por esto y por el abuso que
de ellas se hace saltan al oído —que no tanto a la vista— en cualquier oportunidad.
No todas se limitan al habla de los jóvenes, pero es evidente que se
multiplican como bacterias, sobre todo, entre la muchachada. Algunas de estas
muletillas, que a ellas me refiero aquí, tienen el auge de cualquier moda, y
luego suelen desaparecer. Sin embargo, otras hacen roncha, se arraigan y
permanecen durante décadas y es imposible erradicarlas. Esta es la razón por la
que no sabemos cuánto sobrevivirá cada una, si permanecerá en el habla
coloquial durante años o alguna novedad hará su arribo para desplazarla. Traigo
por ahora sólo cinco.
De que. Aparece con
despiadada frecuencia en las conversaciones de última generación. En lugar del
relativo “que” a solas, de manera asombrosa ha pululado la preposición “de”
previa y sin sentido. “Ella le dijo de que le va a comprar la ropa que más le
gusta”. “No sabíamos de que nosotros teníamos que traer el pastel”. Está
construcción rémora es, por cierto, muy frecuente en las alocuciones de López
Obrador.
Equis. Una forma de
terminar rápido con una frase cuando ya se han agotado los recursos retóricos.
Puede concluir un enunciado o ser un extraño nexo entre dos. “Y entonces le
expliqué que equis, que ya no íbamos a trabajar en esa empresa”. “Nos comentó
que no le importaba y equis”.
Lo que es. Frecuente en
políticos y reporteros. Su sentido es inescrutable, pues en la inmensa mayoría
de los casos puede ser omitida sin lastimar la frase matriz. Lo terrible del asunto
es que se ha expandido hasta ámbitos en los que, se supone, debe privar un
mayor esmero tanto en el habla como en la escritura. “Nos encontramos en lo que
es la avenida Allende esquina con Cepeda”. “Ayer se descompusieron lo que
son los frenos del carro”.
¿Sí me entiendes? Una
frase-remate que tampoco sirve para nada. “No está bien que vayas tanto a
jugar, ¿sí me entiendes?” “Entramos a Europa exactamente por Madrid, ¿sí me
entiendes?”
Y así. Esta es hoy una de
las más recurrentes. Su uso juvenil es numeroso y casi casi no hay diálogo en
el que no salte como liebre al final de los enunciados. “Subimos al cerro con
las mochilas y así”. “Entonces la regañé con muchas groserías y así”.