Hay palabras que esconden muy mal a otras palabras, es
decir, que dejan ver con claridad de dónde derivan. Es el caso, baste este pobre
ejemplo, de “cuaderno”, que a las claras deja ver que se refiere a “cuatro”,
a “cuadro”, por sus lados (no así de “senado”, que logra ocultar muy bien su
origen en “senex”, “senil”, “viejo”). Y así varias de uso común en las que,
creo, no reparamos mucho para advertir que son como hijas legítimas, evidentes,
de una palabra matriz. Traigo diez ejemplos de palabras que son hijas evidentes
de otras.
Caminar.
Este verbo tiene que ver con una acción que desarrollamos por el “camino”, de
donde se origina.
Carretera.
Parecida a la anterior, tiene que ver con “carreta”, con “carro”.
Circo.
Es palabra de origen latino, y deriva de “círculo”, que era la forma que tenía
el circo romano como edificación. Es la misma idea presente en “ring”, “anillo”,
que pese a que hoy tiene forma cuadrada en el box y la lucha libre, se le sigue
llamando “ring”.
Mareo.
Es la sensación de navegar en el mar. A los mapas antiguos les llamaban “cartas
(de ahí ‘cartografía’) de marear”, o sea, mapas para andar en el mar. Una
palabra similar es “náusea”, que es el sentimiento de asco producido por navegar
en una “nao”, en una embarcación. De allí también se forma “náufrago”, de “nao”,
“nave”, y “frangere”, “romper”. “Frangere” también genera “frágil” y
“fragmento”.
Pelear.
Agarrarse de los “pelos”, eso es “pelear”.
Persianas.
Objeto derivado de la palabra “Persia”, pues allá se supuso su origen.
Portada.
La “portada” es la “puerta”, en este caso de un libro.
Secretario.
En la palabra “secretario” está “secreto”, por la relación de confidencialidad
que debe mediar entre un secretario y su jefe.
Tenedor.
Vemos aquí el verbo “tener”, “detener”. A los contadores de antes les llamaban
“tenedores de libros”.
Ventana. Tiene un obvio aire de “viento”. La ventana es por donde pasa el viento.