Hoy comienza la liguilla del futbol mexicano y, más allá
de esta grata coyuntura para los adictos, veo que es una buena oportunidad para
sancochar un comentario marinado en mi interior durante varios meses. Como
sabemos, el fenómeno del futbol, entendido como práctica profesional, como
entretenimiento televisivo y como industria multiplicadora de productos y
servicios, se expandió de una manera inaudita en las décadas recientes, y es
obvio que hoy comporta uno de los negocios más jugosos del planeta. Los
contratos de los jugadores son el principal indicio de la plata que se mueve en
todo el entramado.
Para explicar lo que el futbol era hace poco más de
treinta o cuarenta años es necesario arrastrar hasta acá algunos recuerdos. En
mi infancia y adolescencia vi año tras año, décadas enteras, los partidos de
futbol en la televisión abierta. Los equipos se arreglaban, supongo, con una de
las dos televisoras nacionales de señal libre y a cambio de fumarnos incontables
anuncios comerciales veíamos los partidos sin ninguna restricción. Si uno era aficionado
de Pumas o de Chivas, sintonizaba TV Azteca; si uno simpatizaba con el América
o el Toluca, sin falta hallaba sus partidos en los canales de Televisa, y de
allí no se movían durante años.
Con la llegada y el auge de las cadenas de cable y
satelitales, y luego de internet, apareció la oportunidad de ver partidos de
todo el mundo, esto a condición de pagar suscripciones específicas. Tan amplio
es hoy este mercado que para algunos aficionados no fanatizados ya resultó casi
imposible saber en dónde (en qué canal) jugará su equipo favorito, y suele
ocurrir que sea en sistemas codificados que demandan suscripción.
Así la realidad, desde hace varios meses me resigné a ver futbol abreviado en sinopsis de YouTube, de suerte que un partido de 90 minutos me lo echo en 10, sin tiempos muertos, sólo con los goles y las acciones de peligro. Los 80 minutos restantes los he usado para leer, para escribir, pare ver más resúmenes. Si lo miro desde otro ángulo, se puede afirmar que el futbol actual ha socorrido mi formación literaria, pero no dejo de envidiar a quienes contratan, enajenación mediante, plataformas en las que devoran hasta los partidos de la primera división filipina.