sábado, marzo 27, 2021

Una embarrada de sufijos










Tengo la oportunidad, o más bien el privilegio de trabajar con tres talleres de escritura, todos con distintos participantes. Además de la revisión de textos, allí trato de compartir algunas ideas sobre lo que en el trayecto de mi propia formación, en muchos sentidos autodidacta, he pescado aquí y allá con el ánimo de entender mejor los infinitos recovecos de la escritura. En esta como en cualquier otra materia uno jamás termina de aprender, es decir, en el arte de escribir el conocimiento no tiene lindes.

He comentado frecuentemente, por ejemplo, que hay palabras habilitadas por la publicidad o la tecnocracia política cuyo uso me reprimo, pues pienso que son novedades que desean hacerse las interesantes, las muy muy, pues el español ya contiene lo que se quiere expresar con ellas. O sea, son neologismos mamones, seudocultos, o bobos rizamientos del rizo. Un seudocultismo es “sinergia”, palabreja que ya va de salida y que jamás usé porque muy pronto la oí llenando la bocota, sobre todo, de políticos que con ella se querían pasar de sesudos (es un poco como el verbo “instrumentar” que en cierta época sobrepobló los discursos de innumerables demagogos). Llamo “retorcimientos innecesarios del rizo” a palabras como “accesar”, por “acceder”; “aperturar”, por “abrir”; “recepcionar” (de uso en el futbol), por “recibir”, y otras de la misma chafa hechura.

La política que recomiendo es pensar siempre en la necesidad o no de usar las palabras novedosas o los retorcimientos. Con frecuencia podremos advertir que no necesitamos esas maromas del lenguaje, que con las palabras que el español lengua madura, lengua perfecta ya tiene podemos bastarnos para expresar lo que nos apetezca. De manera exagerada digo, o me digo, que ya casi todas las palabras están en el Quijote, así que no es pertinente pasarse de creativos.

El español es tan rico, variado y elástico que durante sus poco más de mil años de existencia como hijo del latín se ha encanchado en la vida y casi solito puede resolver un montón de situaciones vinculadas con el habla y la escritura. Es exuberante en palabras, y a esas palabras se suman los matices de esas palabras expresados con elementos llamados prefijos y sufijos. Es decir, una palabra tiene un significado, pero a ella se le puede trepar otro, de modo que en una sola palabra pueden apiñarse varias sin atropellarse, sin estorbarse en su significado. Veo por hoy sólo el caso de los sufijos.

La sufijación es muy útil para asignar sentidos específicos a los sustantivos y adjetivos. Así, no es lo mismo caballo que caballero, o caballería que caballerango, es decir, a partir del radical “caball” el sufijo modifica el significado de la palabra. Para algunos oficios es común el sufijo “ero”: jardín+ero, peluqu+ero, fontan+ero, tapiz/c+ero. También “ista”: electric+ista, mod+ista, contrat+ista, period+ista. O “dor”: avia+dor, carga+dor, reparti+dor, vela+dor, afila+dor. Igual "co": mecáni-co, políti-co, cómi-co. técni-co. Y hay otras posibilidades, pero quedémonos con éstas por ahora. Pues bien, hace poco vi el negocio de un curandero y pensé que para designar a quien cura, el camino más fácil era añadir el sufijo “dor”, “cura+dor”, pero esa palabra parece haber quedado restringida al ámbito de las artes y otras actividades en las que alguien, un experto, un “curador”, valora, organiza, cuida y en general vela por la instalación adecuada de exposiciones de obras artísticas. Al tipo que “cura” espiritualmente, con remedios tradicionales o prácticas folclóricas vinculadas con la magia, le quedó pues la opción “curand+ero”, que es como se le designa popularmente, casi con el gerundio “curand” más el sufijo “ero”. El caso es que los sufijos modifican las palabras, introducen matices, enriquecen. Lo mejor es que los tenemos a la mano, son parte del español nuestro de cada día.

Por último, una vez oí que alguien designaba “durero” al vendedor de “duros”, una fritura callejera llamada así en La Laguna; pensé: “Durero”, y concluí que esta palabra ya estaba ocupada por el famoso grabador alemán de nombre Albrecht Dürer, es decir, Alberto Durero.