sábado, noviembre 30, 2019

Memoria de la lectura
























Las memorias suelen referirse a la vida completa de quien recuerda y escribe, pero también a cierto periodo o a determinado tema. En Los libros y la calle (Ampersand, Buenos Aires, 2019,168 pp.) Edgardo Cozarinsky (Buenos Aires, 1939) ha construido una memoria específica: la de sus lecturas. Con un estilo sobrio y elegante, este prolífico escritor, guionista y cineasta argentino condensó su larga experiencia como adicto del libro, casi como deberían hacerlo todo los artistas para ayudar a la develación de los secretos agazapados en sus obras.
Gracias a estas páginas de Cozarinsky podemos acceder no a los caprichos bibliográficos de Cozarinsky, sino a su alma, a su sensibilidad creadora, pues, quiérase o no, siempre hay una relación estrecha entre lo que se lee y lo que después se escribe (y en su caso también se filma). ¿Y quién es el escritor/cineasta que podemos ver tras los libros y los autores que desfilan en esta memoria? Para empezar, un curioso, un buscador incesante de obras que al final terminan configurando una suma de títulos en la que no es extraña la presencia de cierto caos, el caos en el que incurren los lectores hedónicos y voraces. Al final del libro, como previendo que el lector se lo agradecerá, aparece la lista de los títulos y los autores sobrevolados en la memoria, cerca de 200. Esta es apenas, suponemos, una mínima parte de otros cientos leídos y tenidos, pues, como él mismo lo observa, “Me sentiría exiliado si no viviera entre paredes cubiertas de libros”.
La memoria libresca no se desentiende de la otra, la vital, pues no es posible leer al margen de la vida y sus habituales circunstancias como el amor, la amistad, el trabajo, los viajes y demás. Así, Cozarinzky traza sus impresiones de lector sobre el lienzo de sus diferentes edades. Si habla, por ejemplo, de sus lecturas de Stevenson o Balzac, establece un puente entre la memoria de aquellas páginas y el mundo que lo rodeaba cuando las leyó, los parientes o amigos que lo orientaron, los lugares donde leyó y las páginas escritas con algún vago o marcado influjo.
Cozarinsky se refiere en la mayor parte de los casos a libros literarios, no tanto de otra índole. Dice: “No me envanece ni me humilla pertenecer a una especie menguante, si no ya extinta: la de aquellos para quienes la literatura, no el psicoanálisis ni la sociología ni alguna de las muchas ramas de la fronda teórica, explican la vida”. Coincido con él. Para muchos, leer literatura es más que suficiente.