miércoles, noviembre 06, 2019

Boceto de Hugo Hiriart














Presentar a un escritor de larga trayectoria, como en este caso a Hugo Hiriart, puede hacerse por dos caminos: el primero y más habitual, tomando la ruta de la semblanza en modo solapa de libro como ésta que ofrece la Revista de la Universidad y espero sea confiable aunque no la más actualizada: “Hugo Hiriart nació en la Ciudad de México el 28 de abril de 1942. Narrador, dramaturgo, guionista y ensayista. Estudió filosofía en la FFyL de la UNAM. Ha sido director y productor del Teatro Santa Catarina y director del Instituto de México en Nueva York. Actualmente es docente en el área de literatura dramática de la Universidad de la Ciudad de México. Becario de la Fundación Guggenheim en 1984. Miembro del SNCA desde 1994. Premio Xavier Villaurrutia 1972 por Galaor. Premio de la Asociación Mexicana de Críticos 1980. Premio Woodrow Wilson Internacional Center for Scholars 1988 Washington. Ganador del Ariel 1990 al mejor mediometraje por Xochimilco, historia de un paisaje. Primer lugar en el I Certamen Nacional de Juguetes 1993. Premio de dramaturgia Juan Ruiz de Alarcón 1999. Premio Nacional de Ciencias y Artes 2009, en el campo de Lingüística y Literatura. Premio Mazatlán de Literatura 2011 por su libro El arte de perdurar (Editorial Almadía). Entre sus libros destacan Disertación sobre las telarañas, 1980; Acerca de la naturaleza de los sueños, 1995; Los dientes eran el piano, 1999)”.
Por supuesto, una semblanza de esta índole —insisto que de la modalidad solapa de libro— algo nos dice sobre la persona pero suele dejar fuera lo esencial. Y he aquí el segundo camino mediante el cual podemos presentar a un escritor: Hugo Hiriart no es solamente, pues, la suma de su currículum, la enumeración cronológica de sus libros y premios, sino, a mi parecer y si me pidieran que lo definiera en tres patadas, un espíritu que mira, duda y sonríe. En efecto, si algo destaca en su amplia obra es la curiosidad de su mirada, el acento siempre puesto en la duda y un velo nada infrecuente de humor asordinado.
Escritor con los variados intereses del erudito, Hiriart tiene permanentemente presente que el estilo debe ser sobrio y atractivo a un tiempo. Su obra refleja pues un equilibrio sutil entre el qué y el cómo: decir algo inteligente, agudo, revelador, con un tratamiento bello de la forma. Es posible advertir esto en toda su obra, por ejemplo en su trabajo ensayístico, zona de la escritura en la que Hiriart se mueve con harta soltura, como chef en la cocina, para no incurrir en el lugar común del pez en el agua. Es, aunque suene raro expresarlo así en este momento, discípulo directo de Montaigne como cultor del ensayo libre, personal, creativo, ese ensayo que desde el humanista francés tiene como centro la subjetividad del propio autor.
Doy el ejemplo de El arte de perdurar, libro que tenemos muy a la mano pues no hace tanto, en 2010, lo publicó Almadía. Con una prosa que no dudo en calificar de exquisita, Hiriart reflexiona en el tono del ensayo clásico, es decir, amable, relajado, culto, sobre la idea de la perduración que en general sueñan los artistas sin que esto signifique convertirla en tema visible en sus conversaciones o escritos. En aquellas páginas, el escritor mexicano expone el tema de su libro: “… pese a estar tan presente en los sueños íntimos del escritor, el tema de la perduración ha merecido poca atención directa de la crítica. Indirecta sí: las historias de la literatura son, en parte, sobre eso. Se juzga de mal gusto hablar sobre la trascendencia, el tema es irritante, tal vez, hasta de mal agüero, y se le escamotea. (…) Nosotros no. El tema de este ensayo es el de la perduración literaria”. Para acercarse al objeto auscultado, Hiriart apela a dos ejemplos mayúsculos: Jorge Luis Borges y Alfonso Reyes, y parte de una pregunta: “¿Por qué Borges alcanzó una gloria literaria que le ha sido negada a Reyes?” A partir de allí comienza la indagación, trabajo de suyo difícil si consideramos que la materia observada es tenue, intangible, un fantasma que debe ser puesto bajo la lupa”.
Un solo texto de ejemplo no hace verano, pero a merced tenemos muchos otros libros igualmente valiosos como Vivir y beber, Sobre la naturaleza de los sueños y su hermano Disertación sobre las telarañas, los dos últimos de editorial Era; en ellos, este Montaigne mexicano asedia varios temas con punzante claridad y belleza. En Disertación sobre las telarañas hay un ensayo titulado “El arte de la dedicatoria”, acaso uno de sus textos más conocidos. En él, nuestro homenajeado reflexiona zumbonamente sobre la dedicatoria como género literario, y amoneda (este verbo tiene la marca registrada de Borges) una dedicatoria posible: “No deberemos olvidar las dedicatorias excluyentes: ‘dedico estos poemas a toda la humanidad, menos a Enrique Krauze’”. Siguiendo el maldoso guiño, el historiador dedicó su libro Retratos personales de esta forma: “Dedico este libro a toda la humanidad, menos a Hugo Hiriart”, que fue como dedicarlo sólo a él.
No los distraigo más. Nomás quiero añadir que homenajeamos en esta Primera Feria Región Laguna no a toda la humananidad, sino sólo al narrador, dramaturgo, guionista, articulista y ensayista Hugo Hiriart. Me da muchísimo gusto saludarlo y agradecer personalmente sus libros. Bienvenido de nuevo a La Laguna, maestro. Gracias por acompañarnos.