¿Cómo se narra el dolor? ¿Cómo se narra la desgracia? ¿Cómo
se narra la pobreza terminal? ¿Cómo se narra la tristeza sin orillas? ¿Cómo se
narra el éxodo de la violencia a la violencia? A su todavía breve edad, Andrés
Guerrero, estudiante recién egresado de la Ibero Torreón, acometió este desafío
en Extremo sur y lo hizo con una mezcla de esperanza y perplejidad cuyo
resultado es un relato que por muchas razones nos cautiva.
La primera es la más visible en toda crónica digna de este
nombre: la observación. Narrador agudo, Andrés sabe acumular situaciones
salpicadas de detalles precisos y significativos. Como una cámara, registra
todo lo que encuentra en el paneo y poco a poco, mediante su testimonio, nos
adentramos en el mundo sofocante y carenciado del sur mexicano en el que
conviven miles de destinos arrojados a la vida sin mayor arma que la fe en
salir bien librados, cada uno, de su tragedia individual que más bien es una
tragedia colectiva. Con los sentidos y la sensibilidad abiertos, el observador
mira, oye, huele, toca, prueba y nos comparte una experiencia viva,
terriblemente crítica.
Otro rasgo no menos importante de Extremo sur es el estilo.
Con una prosa fluida, justa y no pocas veces impregnada de literatura, Andrés
nos guía por un universo pleno de estímulos, el de los albergues mexicanos en
los que muchos migrantes restauran sus precarias fuerzas para luego continuar
sus viajes por los anchos y ajenos caminos de la incertidumbre que recomienza
sobre el traca-traca de La Bestia.
Por último, lo fundamental: el tratamiento humano de lo
experimentado. Pese a la dificultad que implica contar el dolor por el riesgo
de incurrir en el lloriqueo o el panfletarismo, Andrés oscila entre la
distancia que le permite su condición de trabajador voluntario y el involucramiento
al que sin remedio lo arrastran las tragedias que desfilan frente a su mirada.
Como se sabe, mucho más que la felicidad, el pesar es casi inefable, así que la
palabra se erige apenas como pálida representación, como sucesión de símbolos
que desea reconstruir la realidad sin lograrlo cabalmente. Pese a esto, la
palabra, el relato, es la mayor parte de las veces lo único que tenemos a la
mano para transmitir a los demás el sabor y el olor de lo vivido. Y si la mayor
parte de los seres humanos que viven a contracorriente en el extremo sur no
tienen el privilegio de contar con una voz, si son invisibles y casi nadie los
oye, es fundamental la palabra que se articula para consignar, en este caso
mediante la crónica, los hechos. Quienes, como Andrés Guerrero, han convivido
con migrantes y además saben articular su experiencia con el arma de la
escritura, son como linternas que nos ayudan a iluminar zonas poco exploradas
por quienes milagrosamente no padecemos infiernos similares.
Tales son algunos de los méritos de Extremo sur, entrañable crónica de un viaje al centro de la
desdicha cuyas páginas debemos, sí o sí, a partir de este momento, atravesar.
*Presentación del libro Extremo sur (segunda edición), Universidad Iberoamericana Torreón-Escuela Carlos Pereyra, Torreón, 2019.