Entre otras virtudes, el género literario llamado novela
tiene la capacidad, como recipiente, de contener la vida. Es, por supuesto, un
artificio, un mecano armado para persuadir al lector de que en unas cuantas
páginas es viable incrustar las azarosas y múltiples andanzas que se dan en el
telar de la existencia real. Macho Viejo
(Alfaguara, México, 2015, 150 pp.), de Hernán Lara Zavala (DF, 1943), tiene esta
peculiaridad. En un palmo de papel, el escritor ha logrado atravesar los afanes
de Ricardo Villamonte, alias Macho Viejo, médico sin título que ha decidido
ejercer su profesión en un lugar, Puerto Marinero y sus alrededores, al que muy
difícilmente, si no fuera por él, habría podido llegar la ciencia médica.
El ágil y poético relato de Lara Zavala sigue, como dije, los
pasos de Macho Viejo. No conocemos su pasado remoto, es decir, su niñez ni su
adolescencia, y de hecho nada sabemos de sus estudios profesionales e
inconclusos en la capital del país. Desde el arranque de la historia lo vemos
instalado en su casa-consultorio de Puerto Marinero, sitio al que acuden todos
los lugareños ante las eventualidades de la enfermedad o el accidente.
Sin que se nos aclare explícitamente, porque es innecesario,
Macho Viejo es un hombre que ha renunciado al progreso que por lo general
conlleva la práctica médica; en vez de eso siente, ajeno al panfleto, que su
lugar en el mundo está allí donde sus pacientes tienen tan poco que a veces le
pagan en especie, si es que le pagan. Su oficio es curar, y lo hace con
sosegada alegría y hasta con humor. En ese espacio remoto, Villamonte se da
tiempo para Ser en el sentido más hondo de este verbo, o sea, para escudriñar
el sentido de su vida, para vincularse al mar, a la gente humilde y a los
animales de la selva con la convicción de que todo eso esconde misterios por
los que vale la pena existir.
A trancos breves (tiene XLVI capítulos) y con planos
espacio-temporales zigzagueantes, Macho Viejo encuentra en el amor —y en su manifestación
más concreta: la carnal— el mayor de los impulsos y el más profundo de los asombros.
Sus relaciones con Cintia y Rosa, dos mujeres muy distintas, son contadas con
desinhibición, tal y como actuamos cuando en el juego erótico la plenitud del
sexo nos humaniza pese a parecer lo contrario.
Macho Viejo es la más reciente novela de HLZ, un
escritor necesario en la literatura mexicana.