El infiltrado del KKKlan (Estados Unidos, 2018) da la
impresión de ser una película en la que el asunto no parece coincidir con el
tono. Aborda, no podía ser de otra manera dado el título, el tema del racismo
contra los afroamericanos en Estados Unidos y en más de un momento (en toda la
historia, más bien) se percibe un registro de comedia menor que aligera y no sé
si frivoliza algo la historia.
Abundan las cintas con esta temática que dan por hecho la
seriedad del permanente conflicto librado entre blancos y negros en nuestro
vecino país. Difícilmente, creo, se pueden dar licencia para el abordaje
risueño; sucede lo contrario: los conflictos llegan al drama del linchamiento o
de la turba callejera en pleno combate. En El
infiltrado… se da, al contrario, una especie de zigzag —muy al estilo de
Spike Lee— entre el tratamiento serio del racismo y cierto chacoteo basado
sobre todo en el falso autoflagelamiento del protagonista, Ron Stallworth (John
David Washington), primer policía negro de Colorado Springs.
La cinta comienza con una entrevista de sondeo a Stallworth,
quien desea ser policía pese a su color. Sus interlocutores no le ponen muchas
trabas y pronto vemos a Stallworth metido como archivista en la corporación,
trabajo que le desagrada. Casi sin sudar, logra que lo asignen a otro espacio,
el de policía encubierto. Es allí cuando, un poco de casualidad, establece
contacto telefónico con un integrante del KKK, a quien le hace creer que odia a
negros y a judíos. Queda de verse pronto con el supremacista, pero como
Stallworth es negro, debe recurrir a Flip Zimmerman (Adam Driver), un compañero
blanco de la división encubierta que se hará pasar por el negro que hizo la
llamada. En el ínterin conoce a Patrice Dumas (Laura Harrier), una hermosa
luchadora por los derechos de los negros. La trama se enreda a partir de que
hay dos Stallworth, el real, negro, y el compañero que poco a poco infiltra al
KKK, grupo que en esta película parece idiota, más que temible, incluido David
Duke (Topher Grace), su líder.
En general se trata de una cinta estimable, sin duda, como
muchas de Lee, pero siento que pudo tener un poco de mayor dramatismo si
hubiera puesto sobre la mesa una pizca de mayor maldad en los supremacistas.
Este detalle, sospecho, lo notó Lee, de ahí el final vérité, moralista y aleccionador.