Curioso, al menos resulta curioso que los ultramontanos son quienes
más anhelan una izquierda como “la de antes”. Ellos son los que principalmente
se quejan de que ya no haya bolcheviques de la vieja guardia, sino rábanos y
reformistas, chairos pedorros que desdeñaron la bandera con la hoz y el
martillo y prefirieron asir un trapo color guinda con el acrónimo MO-RE-NA.
También curiosamente, no he visto que algún rojillo sienta nostalgia por una
derecha como “la de antes”, aquélla que se autoimpuso la “brega de eternidad” y
“mover almas”, como quería Manuel Gómez Morín.
Los anhelantes de la izquierda “deadeveras” son, entonces,
quienes jamás simpatizaron con ella, los que toda la vida transitaron por la acera
de enfrente. Hoy, raptados por un sueño embusteramente reivindicatorio,
declaran que la izquierda actual no representa a la izquierda, que ya no
alberga personajes como aquellos que llenaron páginas heroicas en la lucha por
la liberación ¡Del Pueblo! Uy, qué triste, sollozan. Los zurdos buscavotos de
este tiempo han renunciado a la rebeldía, a los ideales magníficos, al amor por
la camiseta marxista-leninista-castrista-guevarista-subcomandantista, y son
unos vulgares chairos. ¿En dónde está su consigna incendiaria, su amada bomba
molotov, su saboteo de planta eléctrica, su reunión clandestina, su tomaidaca
en la Sierra Maestra, su desvío de avión a Cuba, su entereza en Lecumberri, su Declaración
de la Selva Lacandona?, se preguntan.
Los condolidos por esta pérdida lamentan el presente de la
izquierda y aunque antes odiaron a Bartra, hoy lo tienen por gurú y hasta lo
citan: la izquierda de esta hora es decepcionante, se ha entregado de pechito
al pensamiento burgués, es pragmática, conservadora, snif, snif. Años antes,
claro, la izquierda de cuño sesentero nacida en el caldo de cultivo de tiempos
que alentaban otro tipo de lucha, era fácilmente acusada, perseguida y
condenada a caminar por la cornisa. Aquella izquierda cometía los delitos de
subversión, de “disolución social”, de ateísmo y canibalismo de bebés, así que
sin chistar merecía su Batallón Olimpia, su Halconazo, su Miguel Nassar Haro, su
Tehuacán y su apando. Eso quieren que siga mereciendo quienes anhelan la vuelta
de aquella zurda radical.
Pero, así haya sido a los tumbos, con errores y tropiezos, perseguida,
aquella izquierda abrió la rendija electoral y en el camino casi ha dejado de
ser izquierda para convertirse en no sé qué corriente con énfasis redistributivo.
Es lo que hay, son otras épocas, y si alguien merece extrañar a la izquierda de
antes es el izquierdista de hoy, no el derechairo, por favor.