sábado, marzo 12, 2016

Lotería














Siempre, siempre me fue mal, pero ya no estoy para quejarme. Espero al médico para una revisión cardiaca de rutina y aquí, en esta salita de consultorio, recordé la serie de lotería. Aquello ocurrió hace quince años, en la antesala del oculista. Esperaba mi turno cuando vi en una silla aledaña la sección deportiva de La Opinión. La tomé casi desganadamente y allí apareció la tira de billetes. La secretaria del doctor andaba en otro lado, yo era el único paciente en espera de turno, así que nadie podía verme y tomé la tira. Mi vista estaba muy dañada, los lentes ya no me servían de mucho pero pude ver que se trataba de una serie vigente. Supuse que otro cliente la había dejado olvidada, o era del médico o de la secretaria, daba lo mismo, y decidí quedármela. Cargaba una carpeta con los papeles de mi liquidación, pues luego de ver al especialista yo debía pasar por los miserables pesos que me tocaban luego del despido. Mi situación era realmente complicada. Casado y con un hijo en edad escolar, me habían echado de la empresa luego de siete años de trabajo. Estaba hasta el tope de deudas y mi ojo izquierdo requería con cierta urgencia una intervención quirúrgica. La plata que me darían por el recorte no iba a durar ni dos meses, así que debía conseguir otra chamba de inmediato. Fue entonces cuando decidí gastar unos pesos en el examen, pues si le daba más largas, me había dicho el oftalmólogo, podía perder la vista de un ojo. Y en el consultorio, en aquella visita, hallé la tira de billetes que poco después me dio la sorpresa. Dejé la serie en la carpeta durante dos semanas y una de esas tardes vi un anuncio de Melate y eso me llevó a recordar la tira. Nunca fui buen comprador de esos sueños desesperados por hacerse rico, pero sabía que era necesario revisar en algún periódico o directamente en la Lotería Nacional. Fui al centro y al revisar la sábana se me vino encima toda la alegría de que era capaz este mundo: la serie estaba premiada. Temí que me descubrieran, así que espere tres semanas para cobrar. Hice todos los trámites y fue maravilloso, casi de infarto, el cheque que recibí. Traté de no hacer evidente mi nueva condición, pues desde allí supe que se habían acabado todos o casi todos los problemas. Mejoré la casa, compré dos coches austeros pero nuevos, cambié al pequeño de colegio y compré cinco taxis que afortunadamente fueron generando las ganancias suficientes como para vivir de eso. Ahora traigo un problema cardiaco, es verdad, pero sigue habiendo con qué atenderlo. Sé que estas historias suelen terminar mal, pero ésta todavía no.