Casi todos los taxistas son platicadores, pero el que ahora me
llevaba a la universidad lo era en exceso. Apenas le dije que íbamos a donde
íbamos, preguntó qué tal andaban las humanidades en la escuela. Bien, le
respondí con tono amable, pero sin ganas de ir más allá del monosílabo pese a
lo sorpresivo de la pregunta. A partir de allí comenzó su conferencia, la
descripción del apocalipsis en el que habitábamos. Hay mucha deserción, amigo.
Miles de jóvenes abandonan sus estudios a la altura de la prepa y otros tantos
lo hacen cuando llegan a la universidad. Las razones son varias, pero la
principal es económica, amigo, no tienen para seguir adelante. ¿Luego qué
pasa?, se preguntó. Pues nada, que al buscar trabajo no lo hallan o lo hallan
muy precario —así dijo, muy precario—, se agarran de lo que sea para mantenerse
y a veces, con tal de llevar algo a la casa, se meten en la delincuencia o en los
giros negros. ¿Y qué hace el gobierno? Nada, las escuelas cada vez están peor,
todas rebasadas por la matrícula, sobrepobladas, jodidas de su infraestructura
y también tocadas por la corrupción. Esto tiene consecuencias muy graves,
amigo. ¿Qué se puede hacer con todos los desempleados, eh? Es mucha fuerza de
trabajo desperdiciada, demasiada capacidad intelectual vaciada en la
alcantarilla. En vez de tener gente en el campo, en las fábricas, técnicos bien
capacitados, tenemos un ejército de ninis, señor, y por eso vivimos en un país
que come, viste y calza con importaciones, una economía petrolizada, una
economía jodida. ¿Vea nomás cómo anda el dólar? Se lo está cargando el payaso,
y eso que el gobierno ha puesto un chingadazo de reservas sobre la mesa. ¿Pero
qué se puede esperar de esos tipos, señor, qué se puede esperar de esa banda de
ladrones que ha acomodado todo para beneficiarse y hundir al país, eh?
¿Democracia, democracia la que tenemos? No, señor, estamos muy lejos de vivir
en una democracia. Si el voto fuera respetado, de todos modos eso no es
suficiente, porque democracia es que todos tengan trabajo, educación, salud,
alimento, cultura, cul-tu-ra, señor. Ya ve que no hay nada de eso, todo está en
la calle y lo peor es que los tipos que nos gobiernan han armado su circo para
seguir allí con la ley en la mano. Ellos solos se candidatean y ellos solos se
votan. ¿Y nosotros? Nosotros nada, no respondemos, lo callamos todo. Es un
fracaso. ¿Y usted cómo sabe que fracasamos?, me atreví a interrumpirlo. ¿Que
cómo sé?, respondió viéndome de lado y sin soltar el volante, retador. Claro
que lo sé. Soy sociólogo y míreme, míreme.