Además
de papeles, fotos y otros documentos concretos o ahora digitales, lo que
dejamos al partir —nuestra biografía—
es una serie de imágenes que acaso logra perdurar en los otros, en quienes nos
trataron para bien o para mal. Ese recuerdo, pesado y borroso a un tiempo, es
precisamente el que sobrevive en quienes trabaron contacto con Edward
Echenique, afantasmado “protagonista” de Apuntes
para una biografía (Simurg, Buenos Aires, 2009, 186 pp.), novela de Alberto
Ramponelli (Morón, Argentina, 1950-2016). Entrecomillé la palabra protagonista porque Echenique sólo
aparece de carne y hueso en el primer capítulo, de manera que se trata de un
personaje principal muy peculiar: habita todo el libro, pero en casi todas las
páginas lo hace como sombra, la sombra que sobrevive en la memoria de quienes interactuaron
con este “fantasma de fantasmas”.
Coordinador
de talleres literarios desde 1985 hasta su fallecimiento, Ramponelli dirigió la
revista literaria Otras Puertas (1993-1997), y entre otros libros
publicó Desde el lado de allá (relatos, 1990), El último fuego
(novela, 2001), Viene con la noche (novela, 2005), Una costumbre de
Oceanía (relatos, 2006) y Crónicas
del mal (relatos, 2014).
Apuntes para una biografía (premio Fondo Nacional de las Artes 2008 cuyo jurado —de lujo— estuvo
integrado por Ana María Shua, Guillermo Martínez y Juan Martini) despliega con
total solvencia los saberes no sólo literarios de Ramponelli, quien trabaja
aquí con un discurso en el que lo político ocupa un lugar central. Pese a su
brevedad y su aparente sencillez, es una novela compleja, una especie de puzzle
en el que cada pieza añade un rasgo al nebuloso protagonista. Poco a poco, a
medida que el relato avanza, va apareciendo la calaña total de Echenique, el
programa de vida que se trazó y la manera en la que marcó a quienes trabaron
diálogo con él.
Hijo
de un diplomático argentino delegado en los Estados Unidos, Echenique radica
también allá y se involucra en movimientos político-esotéricos que lo llevan a la
cárcel. Gracias a la influencia de su padre logra salir de prisión, pero es
deportado. La novela comienza aquí —estamos en los albores de la década de los
setenta—, sobre el avión que lo lleva de regreso a la Argentina (por eso este
primer capítulo tiene como título “La vuelta”). Durante ese largo vuelo cuenta con tiempo suficiente para pensar en su futuro: entonces desarrolla en su mente una
idea que denomina, no sin egolatría, “la estrategia Echenique”. Al pisar el
territorio de su patria, el protagonista pone manos a la obra.
A
partir del capítulo II, y hasta el VIII, Ramponelli comienza la apuesta
narrativa de Apuntes para una biografía:
desvanecer, disolver, diluir la vida de Echenique en la de los personajes que
estuvieron cerca de él mientras ponía en funcionamiento su “estrategia”. Así,
capítulo tras capítulo vemos a Echenique, es cierto, pero en función de lo que
acontece a los demás. En el presente del relato el protagonista acaba de morir.
Quienes lo trataron —no todos— se enteran de su muerte por una minúscula nota perdida
en algún diario, lo que apalanca y pone en movimiento el recuerdo. Por ejemplo,
el ex militar del capítulo IV que toma un descanso en su nuevo trabajo de
taxista y mientras hojea el periódico se topa con el apellido. Esa chispa
proustiana sirve para llevarlo no tan nostálgicamente al sur de la Argentina,
lugar donde tuvo que custodiar a un preso especial y misterioso, Echenique, recluido
por un motivo igualmente misterioso. Más adelante, claro, sabremos la razón:
Echenique fue chupado por una escuadra de milicos de alto rango que deseaba
usarlo como instructor en materias esotéricas cuyo fin era establecer el Cuarto
Reich en la Argentina. El secuestro de Echenique puso fin a su “estrategia” —una
extraña ensalada de reconversión de la sociedad que tiene como objetivo “terminar
con la dicotomía entre ciencia y espíritu”— y provocó la desbandada de sus adictos,
quienes por miedo se refugiaron donde pudieron, algunos incluso en Europa.
Así procede la novela: cada capítulo/biografía —la del ex militar, la de la novia, la del discípulo favorito…— va haciendo visible la excéntrica catadura de Echenique, personaje que adquiere entidad en el fragmento, sujeto armado en la imaginación del lector con base en la pedacería que lo alude gradualmente.
Así procede la novela: cada capítulo/biografía —la del ex militar, la de la novia, la del discípulo favorito…— va haciendo visible la excéntrica catadura de Echenique, personaje que adquiere entidad en el fragmento, sujeto armado en la imaginación del lector con base en la pedacería que lo alude gradualmente.
El
capítulo XI, “Apuntes para una biografía”, constituye un mapa o resumen. El
discípulo “favorito” de Echenique se entera por el diario de que el “gurú” ha
muerto y desempolva los papeles que guardan sus lecciones. Mientras traza el
borrador de un proyecto biográfico asistimos, como lectores, a un recorrido en
sentido inverso: la pauta en embrión del capítulo nueve ya tuvo su realización
en los capítulos precedentes. En otras palabras, ya habremos leído la "biografía" de Echenique cuando llegamos a su esbozo en el capítulo IX.
Esta
novela de Alberto Ramponelli, narrada con prosa que jamás trastabilla —pues no es
el “resultado azaroso de un incipiente narrador”, sino el “producto de un
paciente orfebre-narrador”, como escribió Carlos Gazzera sobre El último fuego, otra novela de
Ramponelli— recorre una época convulsa para la Argentina y constituye un
ejemplo de pericia literaria en la que con fragmentos se articula una espléndida
totalidad: el ambiente convulso, espeso de ideas contradictorias que atravesó los
setenta argentinos.