Luego del partido de alta tensión que el jueves despacharon Santos y Monterrey, hoy a las seis de la tarde comienza el segundo que será —y ya lo es antes de que los equipos salten a la cancha— une película de Hitchcock sobre el pasto. Ahora sí, creo, los momios están totalmente equilibrados y nadie en sus cinco puede asegurar que el arroz ya está cocido a favor de cualquiera de los dos equipos. Tengo rato que no sigo con rigor las estadísticas del futbol, pero con los pocos antecedentes a mi disposición sospecho una paridad pocas veces vista en las finales del reciente futbol mexicano.
Cincuenta/cincuenta, eso es lo que vislumbro para el último cotejo del futbol mexicano y todo estará colgando, como se vio en el juego de ida, de un gran acierto o de un gran error, pues sólo así se puede concebir un desequilibrio de la balanza.
Veo el muy trabado equilibrio en los siguientes elementos:
1) Un (auto)golecito milagroso. El tanto extra que lleva de ventaja el Santos Laguna a Monterrey será, dígase lo que se diga, un regulador de las acciones sobre todo en los minutos iniciales. Es obvio que los Rayados saldrán a descontar, así que los laguneros tendrán que ver cómo descuelgan y amplían la ventaja antes de que Monterrey haga de las suyas. Si me exigieran una opinión ineludible, diría que en los primeros veinte minutos del partido se decidirá todo.
2) La condición de local. No es lo mismo un gol de ventaja como visitante que como local. Ocurre a veces lo contrario: el gol de desventaja es el mejor acicate para el equipo que juega en casa y sale a tragarse al rival sin misericordia. En esto el público es determinante: una combinación de alaridos de aliento y deseo de emparejar el marcador hace que los locales no sólo empaten, sino que remonten con la inercia adquirida en el primer impulso. Esto reafirma lo que digo: los primeros minutos pueden ser los decisivos. La condición de local compensará pues a Monterrey el gol de ventaja que tiene su rival.
3) Las dos delanteras. Las dos delanteras llegan, creo, como las mejores líneas de ambos equipos. Tanto lo creo que hasta en esto noto un impecable equilibrio. Se dice, con razón, que Benítez es un criminal de las porterías y que Darwin Quintero por fin localizó la puntería extraviada. Pues sí, los dos negrazos del Santos están en su punto, ágiles, veloces, atinados. Lamentablemente para los de aquí, Monterrey puede presumir lo mismo de los suyos, sobre todo del chileno Suazo; este maldito pelón es, sin duda, un superdelantero, tan peligroso que prácticamente no toca un balón sin que emita una vibra de malestar a los rivales. Le eché el ojo durante todo el partido del jueves y nada me cuesta decir que fue, o es, el mejor jugador que tienen los Rayados y acaso la final. Juega de poste, hace paredes, dispara fuerte, cabecea, centra, filtra balones, abre huecos, enfada a los enemigos, es una bestia, en suma, y eso que es chaparrón y algo corpulento. En ciertos desplazamientos me recuerda a Cabañas, el fabuloso (hasta el balazo del Bar-Bar) Cabañas. Si sumamos a De Nigris, quien tiene como dos años sin demeritar, la delantera de Monterrey es tan incómoda como la del Santos.
Veo, me perdonarán, un factor de desequilibrio en el arbitraje. Ya anunciaron que pitará Armando Archundia, razón por la que tiemblo. Diré por qué más adelante, ya que primero deseo comentar el primer gol de Monterrey en Torreón. No sé si alguien lo vio y lo comentó (supongo que sí), pero el tanto de Suazo provino de una falta contra la defensa del Santos. Un jugador de Monterrey tiró un jalón descarado y Marco Rodríguez no pitó falta; dio la impresión de que aplicó una especie de ley de la ventaja a favor de la defensiva santista. Sin embargo, la ley de la ventaja era inexistente, pues los jugadores del equipo lagunero no podían salir con claridad y se enredaron, perdieron de inmediato el balón que le cayó a Suazo y anotó. Fue un detalle sutil, pero suficiente a mi juicio para manchar el trabajo del silbante.
Ahora sí, Archundia. Este cuate es un gran árbitro, sin duda, pero siempre he notado que tiende a contemporizar con el público que lo presiona. Es decir, pita muy bien siempre y cuando el partido no tenga rispideces. Cuando el público lo abruma (y tal será el caso en la Sultana) Archundia suele acomodarse a la situación menos conflictiva, la de cargar sus decisiones a favor del equipo local. Por eso exactamente hizo un gran papel en Sudáfrica: allá no había local ni visitante, lo que provocó que se mantuviera tranquilo y neutral e desempeñara su trabajo con solvencia. En México, empero, todo es cuestión de que el público lo acose para que se dedique a complacerlo con decisiones cuestionables.
Por último, el error más frecuente del aficionado es no ver las virtudes del rival y agredirlo con grotescos argumentos chovinistas. No voy a cometerlo. Quiero que gane el equipo de La Laguna. Lo deseo tal vez más que nunca, pero es evidente que del otro lado también hay un gran equipo. Con este torneo terminará la primera década futbolera del nuevo siglo y para mí es inevitable reiterar que los dos mejores del norte en este lapso son los que hoy se disputarán el campeonato. Este domingo a las ocho de la noche o poco más sabremos el resultado. Ojalá nos favorezca y Ojalá mañana, pase lo que pase, volvamos a la realidad con la certeza de que tenemos buen futbol profesional en La Laguna. De eso ya no hay duda.
Cincuenta/cincuenta, eso es lo que vislumbro para el último cotejo del futbol mexicano y todo estará colgando, como se vio en el juego de ida, de un gran acierto o de un gran error, pues sólo así se puede concebir un desequilibrio de la balanza.
Veo el muy trabado equilibrio en los siguientes elementos:
1) Un (auto)golecito milagroso. El tanto extra que lleva de ventaja el Santos Laguna a Monterrey será, dígase lo que se diga, un regulador de las acciones sobre todo en los minutos iniciales. Es obvio que los Rayados saldrán a descontar, así que los laguneros tendrán que ver cómo descuelgan y amplían la ventaja antes de que Monterrey haga de las suyas. Si me exigieran una opinión ineludible, diría que en los primeros veinte minutos del partido se decidirá todo.
2) La condición de local. No es lo mismo un gol de ventaja como visitante que como local. Ocurre a veces lo contrario: el gol de desventaja es el mejor acicate para el equipo que juega en casa y sale a tragarse al rival sin misericordia. En esto el público es determinante: una combinación de alaridos de aliento y deseo de emparejar el marcador hace que los locales no sólo empaten, sino que remonten con la inercia adquirida en el primer impulso. Esto reafirma lo que digo: los primeros minutos pueden ser los decisivos. La condición de local compensará pues a Monterrey el gol de ventaja que tiene su rival.
3) Las dos delanteras. Las dos delanteras llegan, creo, como las mejores líneas de ambos equipos. Tanto lo creo que hasta en esto noto un impecable equilibrio. Se dice, con razón, que Benítez es un criminal de las porterías y que Darwin Quintero por fin localizó la puntería extraviada. Pues sí, los dos negrazos del Santos están en su punto, ágiles, veloces, atinados. Lamentablemente para los de aquí, Monterrey puede presumir lo mismo de los suyos, sobre todo del chileno Suazo; este maldito pelón es, sin duda, un superdelantero, tan peligroso que prácticamente no toca un balón sin que emita una vibra de malestar a los rivales. Le eché el ojo durante todo el partido del jueves y nada me cuesta decir que fue, o es, el mejor jugador que tienen los Rayados y acaso la final. Juega de poste, hace paredes, dispara fuerte, cabecea, centra, filtra balones, abre huecos, enfada a los enemigos, es una bestia, en suma, y eso que es chaparrón y algo corpulento. En ciertos desplazamientos me recuerda a Cabañas, el fabuloso (hasta el balazo del Bar-Bar) Cabañas. Si sumamos a De Nigris, quien tiene como dos años sin demeritar, la delantera de Monterrey es tan incómoda como la del Santos.
Veo, me perdonarán, un factor de desequilibrio en el arbitraje. Ya anunciaron que pitará Armando Archundia, razón por la que tiemblo. Diré por qué más adelante, ya que primero deseo comentar el primer gol de Monterrey en Torreón. No sé si alguien lo vio y lo comentó (supongo que sí), pero el tanto de Suazo provino de una falta contra la defensa del Santos. Un jugador de Monterrey tiró un jalón descarado y Marco Rodríguez no pitó falta; dio la impresión de que aplicó una especie de ley de la ventaja a favor de la defensiva santista. Sin embargo, la ley de la ventaja era inexistente, pues los jugadores del equipo lagunero no podían salir con claridad y se enredaron, perdieron de inmediato el balón que le cayó a Suazo y anotó. Fue un detalle sutil, pero suficiente a mi juicio para manchar el trabajo del silbante.
Ahora sí, Archundia. Este cuate es un gran árbitro, sin duda, pero siempre he notado que tiende a contemporizar con el público que lo presiona. Es decir, pita muy bien siempre y cuando el partido no tenga rispideces. Cuando el público lo abruma (y tal será el caso en la Sultana) Archundia suele acomodarse a la situación menos conflictiva, la de cargar sus decisiones a favor del equipo local. Por eso exactamente hizo un gran papel en Sudáfrica: allá no había local ni visitante, lo que provocó que se mantuviera tranquilo y neutral e desempeñara su trabajo con solvencia. En México, empero, todo es cuestión de que el público lo acose para que se dedique a complacerlo con decisiones cuestionables.
Por último, el error más frecuente del aficionado es no ver las virtudes del rival y agredirlo con grotescos argumentos chovinistas. No voy a cometerlo. Quiero que gane el equipo de La Laguna. Lo deseo tal vez más que nunca, pero es evidente que del otro lado también hay un gran equipo. Con este torneo terminará la primera década futbolera del nuevo siglo y para mí es inevitable reiterar que los dos mejores del norte en este lapso son los que hoy se disputarán el campeonato. Este domingo a las ocho de la noche o poco más sabremos el resultado. Ojalá nos favorezca y Ojalá mañana, pase lo que pase, volvamos a la realidad con la certeza de que tenemos buen futbol profesional en La Laguna. De eso ya no hay duda.
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Nota del editor: las espléndidas fotos que encabezan este post son cortesía de Óscar Wong.