“Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra”, escribió José Martí en ese vademécum de la dignidad política titulado “Nuestra América”. La sentencia viene a cuento por lo dicho ayer en este mismo espacio: la ventajosa guerra mediática emprendida por el gobierno usurpador va de la mano con los arreglos siempre oscuritos que hoy hacen PRI y PAN para que pase una reforma energética descubridora de tesoros en las profundidades del Golfo de México que a su vez hará infinitamente rico a un golfo que anda en México y nació en España.
Dado, pues, que se libra una batalla por el “posicionamiento” (esta palabreja es cara para los mercachifles de la política) de un concepto en la conciencia de la población, no es para desatenderse la necesidad de crear cercos de ideas que de alguna manera contrapesen la gravitación bestial de Televisa y TV Azteca en el imaginario de la gente. Como lo comenté ayer, las dos grandes televisoras, el duopolio goebbelesiano que repite mil veces cualquier mentira para mutarla a verdad, no cesa durante los presentes días en su empeño de inocular a la población el virus del mercachifle vendedor de todo lo que huela a petróleo.
El debate por la principal riqueza del país no puede quedar sólo en las pezuñas de quienes alientan el hallazgo de tesorazos marinos. Los mexicanos mínimamente despiertos deben entender que su claridad es indispensable a la hora de conversar con los amigos, de atender la sobremesa, de mandar un mail o platicar con el bolero. ¿No les parece sospechoso que de buenas a primeras los programas más idiotas del país (y conste que en dicho terreno la disputa está muy competida) enarbolen el lábaro del futuro enriquecimiento patrio para convencernos de bucear en busca de tesoros? ¿No es por lo menos extraño, extrañito, extrañititito que esas mismas empresas hayan sido sistemáticamente acusadas de perpetrar un vacío informativo, de ridiculizar o zaherir con furia a los opositores del actual régimen sin sello de legitimidad original? Pues sí; ante un ciudadano de a pie, ante un joven que no entiende mucho de esto ni le interesa tenemos al menos la responsabilidad de hacer evidente que hay algo raro en la incorporación de discursos sobre tesoros petroleros en programas y horarios atípicos. ¿O alguna vez había sucedido que mientras son ventaneados los pleitos de Bobby Larios con Niurka apareciera de pronto el “periodista” de espectáculos con un choro (leído en telepromter) que nos convida a gozar de la abundancia futura a cambio de dóciles aceptaciones en el presente? Nunca.
El negocio debe ser grande, entonces, para que los Grandes Gandallas del país le inviertan tanta fe a la propaganda y hayan diseñado una estrategia de filtración supuestamente invisible, subliminal, inducida vía programas televisivos de chismes patychapoyescos y juanjoseorigelescos.
Dado, pues, que se libra una batalla por el “posicionamiento” (esta palabreja es cara para los mercachifles de la política) de un concepto en la conciencia de la población, no es para desatenderse la necesidad de crear cercos de ideas que de alguna manera contrapesen la gravitación bestial de Televisa y TV Azteca en el imaginario de la gente. Como lo comenté ayer, las dos grandes televisoras, el duopolio goebbelesiano que repite mil veces cualquier mentira para mutarla a verdad, no cesa durante los presentes días en su empeño de inocular a la población el virus del mercachifle vendedor de todo lo que huela a petróleo.
El debate por la principal riqueza del país no puede quedar sólo en las pezuñas de quienes alientan el hallazgo de tesorazos marinos. Los mexicanos mínimamente despiertos deben entender que su claridad es indispensable a la hora de conversar con los amigos, de atender la sobremesa, de mandar un mail o platicar con el bolero. ¿No les parece sospechoso que de buenas a primeras los programas más idiotas del país (y conste que en dicho terreno la disputa está muy competida) enarbolen el lábaro del futuro enriquecimiento patrio para convencernos de bucear en busca de tesoros? ¿No es por lo menos extraño, extrañito, extrañititito que esas mismas empresas hayan sido sistemáticamente acusadas de perpetrar un vacío informativo, de ridiculizar o zaherir con furia a los opositores del actual régimen sin sello de legitimidad original? Pues sí; ante un ciudadano de a pie, ante un joven que no entiende mucho de esto ni le interesa tenemos al menos la responsabilidad de hacer evidente que hay algo raro en la incorporación de discursos sobre tesoros petroleros en programas y horarios atípicos. ¿O alguna vez había sucedido que mientras son ventaneados los pleitos de Bobby Larios con Niurka apareciera de pronto el “periodista” de espectáculos con un choro (leído en telepromter) que nos convida a gozar de la abundancia futura a cambio de dóciles aceptaciones en el presente? Nunca.
El negocio debe ser grande, entonces, para que los Grandes Gandallas del país le inviertan tanta fe a la propaganda y hayan diseñado una estrategia de filtración supuestamente invisible, subliminal, inducida vía programas televisivos de chismes patychapoyescos y juanjoseorigelescos.
La defensa física y pacífica convocada el martes en el zócalo de la capital es bienvenida, siempre y cuando, creo, la población tenga claro que eso es todavía más simbólico que el convencimiento colectivo, personal, de que algo puerco traen entre manos los Calderones, los Mouriños, los Gamboas y los Beltrones, ases de una baraja que obviamente tiene más cartas, tantas como futuros comensales desean asistir al repartimiento del pastel llamado Pemex.
“Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra”, repito con Martí. Hay que estar muy al tiro, como dicen en mi rancho.
“Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra”, repito con Martí. Hay que estar muy al tiro, como dicen en mi rancho.