Como escribí ayer, el Encuentro de Escritores Coahuilenses deja un saldo muy satisfactorio a los organizadores y, especialmente, a quienes le dieron vida con sus ponencias y con sus preguntas. Fue, como se hizo notar en muchas ocasiones durante las horas de esta jubilosa convivencia, un primer cimiento de lo que esperemos se convierta en foro recurrente para quienes han tenido la voluntad de dedicar sus días a esta pasión casi secreta y muchas veces ninguneada: la literatura. No quiero, sin embargo, hacer una evaluación puntillosa de lo que deja el Encuentro, ya que el espacio de esta columna no me lo permite; deseo, más bien, hacer una especie de apretadísimo resumen; más adelante habrá tiempo para discutir el contenido de cada ponencia, pues por suerte fue simultánea la lectura de los acercamientos críticos y su publicación en libro. Sobre esto, a quienes lo deseen quiero invitarlos a buscar el libro con las ponencias; vayan al TIM y díganles que yo les dije. Creo que, si hay ejemplares, se los regalarán con gusto. Paso a sintetizar, entonces.
El Encuentro propuso 22 ponencias, dos de las cuales no fueron leídas (la de Vicente Alfonso y la de Rosario Ramos), aunque sí aparecen en el libro. Además, fueron leídas dos más que no figuran en la memoria. Primero enlisto a los que trataron sobre narrativa. Nazul Aramayo me incomodó con un generoso ensayo sobre mi obra narrativa; para él, valgo más (si algo valgo) como novelista que como cuentista. Francisco Amparán leyó un texto donde cuestionó el afán colonizante del centro (el DF) que ubica a la literatura norteña, erróneamente, sólo en los terrenos del narco, del alcohol y de la sangre; el autor de Cantos de acción a distancia hizo una defensa de la libertad temática que caracteriza a la literatura del norte. María Caliano describió los detalles de su quehacer narrativo volcado sobre todo a la reconstrucción/recreación de leyendas, lo que se ve en su libro El puente de Nahualapa. Carlos Castañón estableció algunas de las vinculaciones que guarda la novela con la historia, y puso énfasis por ello en el elemento que las ata, aunque ambas tengan propósitos disímiles: la narración. Rosa Gámez describió los puntos que a su parecer son claves de acceso a la narrativa y a la poesía de Magda Madero. Fernando Martínez hizo una exposición de lo que ha sido la literatura para él, y enumeró sus logros en un texto titulado “Nido de palabras”. Alejandro de la Oz, la voz más joven del Encuentro, dibujó el mapa de la obra escrita por mi querida (le digo esto, perdón, porque ella cree que no la estimo) Dolores Díaz Rivera. Yolanda Natera trazó el periplo que ha descrito su formación de narradora y remarcó la importancia de la lectura y el tallereo como formadores, hoy casi imprescindibles, del escritor. Alejandro Pérez, de Saltillo, habló sobre el nacimiento de Murania, su primer libro; reiteró que se trata de un texto fragmentario, con interés poético y linaje popular. Édgar Salinas Uribe destacó el valor del paisaje lagunero en algunas obras de cuño local. Eso en cuanto a los ponentes interesados en la narrativa.
Entre los que abordaron temas relacionados con poesía, Nadia Contreras leyó un acercamiento a los modos de expresión de dos grandes poetas mexicanas: Enriqueta Ochoa y Rosario Castellanos. José Cháirez explicó los procedimientos y el caldo de cultivo espiritual que lo llevaron a escribir el poemario Disecciones, de su autoría y hasta el momento inédito. Marco Chávez Mata exploró dos obras (Cuco Sánchez blues, de Carlos Velázquez, y Habitar la transparencia, de Carlos Reyes) que pueden ser calificadas, no sin polémica, como “literatura de los excesos”. Julio César Félix, sinaloense aclimatado a Coahuila, hizo un breve sumario de algunas voces “emergentes” en la poesía lagunera, y citó a cuatro: el mencionado Velázquez, el mencionado Reyes y los Danieles Maldonado y Lomas.
Por último, enlisto a quienes trataron temas ajenos a la poesía y la narrativa, dicho esto de manera muy relajada: Daniel Herrera discurrió sobre la presencia, todavía pobre, de los escritores laguneros en la web. Magda Madero resaltó la valía crítica del acuñense Francisco Sánchez. Gerardo Monroy (con un texto interesante y que me parece el más polémico del Encuentro) subrayó la inexistencia de críticos literarios en La Laguna. Carlos Reyes cuestionó la generalización “literatura coahuilense”. Carlos Velázquez hizo un elogio del pop en la literatura lagunera y José Juan Zapata Pacheco describió los elementos conexivos entre literatura y periodismo en la región.
Leyeron también textos muy lúcidos, y lo celebro, José Luis Herrera (sobre la falta de distribución librera en La Laguna) y el monclovense JC Mireles Charles (sobre el fenómeno creativo y la lectura). Al final, un poco apuradamente, vaya una felicitación a Salvador Jalife, Claudia Máynez, Saúl Rosales, Mariana Ramírez, Beatriz Bustamante y Lulú Romero, del TIM, quienes fueron apoyados por Laura Eraña, del Icocult Laguna. Ojalá esto se repita en 2009.
El Encuentro propuso 22 ponencias, dos de las cuales no fueron leídas (la de Vicente Alfonso y la de Rosario Ramos), aunque sí aparecen en el libro. Además, fueron leídas dos más que no figuran en la memoria. Primero enlisto a los que trataron sobre narrativa. Nazul Aramayo me incomodó con un generoso ensayo sobre mi obra narrativa; para él, valgo más (si algo valgo) como novelista que como cuentista. Francisco Amparán leyó un texto donde cuestionó el afán colonizante del centro (el DF) que ubica a la literatura norteña, erróneamente, sólo en los terrenos del narco, del alcohol y de la sangre; el autor de Cantos de acción a distancia hizo una defensa de la libertad temática que caracteriza a la literatura del norte. María Caliano describió los detalles de su quehacer narrativo volcado sobre todo a la reconstrucción/recreación de leyendas, lo que se ve en su libro El puente de Nahualapa. Carlos Castañón estableció algunas de las vinculaciones que guarda la novela con la historia, y puso énfasis por ello en el elemento que las ata, aunque ambas tengan propósitos disímiles: la narración. Rosa Gámez describió los puntos que a su parecer son claves de acceso a la narrativa y a la poesía de Magda Madero. Fernando Martínez hizo una exposición de lo que ha sido la literatura para él, y enumeró sus logros en un texto titulado “Nido de palabras”. Alejandro de la Oz, la voz más joven del Encuentro, dibujó el mapa de la obra escrita por mi querida (le digo esto, perdón, porque ella cree que no la estimo) Dolores Díaz Rivera. Yolanda Natera trazó el periplo que ha descrito su formación de narradora y remarcó la importancia de la lectura y el tallereo como formadores, hoy casi imprescindibles, del escritor. Alejandro Pérez, de Saltillo, habló sobre el nacimiento de Murania, su primer libro; reiteró que se trata de un texto fragmentario, con interés poético y linaje popular. Édgar Salinas Uribe destacó el valor del paisaje lagunero en algunas obras de cuño local. Eso en cuanto a los ponentes interesados en la narrativa.
Entre los que abordaron temas relacionados con poesía, Nadia Contreras leyó un acercamiento a los modos de expresión de dos grandes poetas mexicanas: Enriqueta Ochoa y Rosario Castellanos. José Cháirez explicó los procedimientos y el caldo de cultivo espiritual que lo llevaron a escribir el poemario Disecciones, de su autoría y hasta el momento inédito. Marco Chávez Mata exploró dos obras (Cuco Sánchez blues, de Carlos Velázquez, y Habitar la transparencia, de Carlos Reyes) que pueden ser calificadas, no sin polémica, como “literatura de los excesos”. Julio César Félix, sinaloense aclimatado a Coahuila, hizo un breve sumario de algunas voces “emergentes” en la poesía lagunera, y citó a cuatro: el mencionado Velázquez, el mencionado Reyes y los Danieles Maldonado y Lomas.
Por último, enlisto a quienes trataron temas ajenos a la poesía y la narrativa, dicho esto de manera muy relajada: Daniel Herrera discurrió sobre la presencia, todavía pobre, de los escritores laguneros en la web. Magda Madero resaltó la valía crítica del acuñense Francisco Sánchez. Gerardo Monroy (con un texto interesante y que me parece el más polémico del Encuentro) subrayó la inexistencia de críticos literarios en La Laguna. Carlos Reyes cuestionó la generalización “literatura coahuilense”. Carlos Velázquez hizo un elogio del pop en la literatura lagunera y José Juan Zapata Pacheco describió los elementos conexivos entre literatura y periodismo en la región.
Leyeron también textos muy lúcidos, y lo celebro, José Luis Herrera (sobre la falta de distribución librera en La Laguna) y el monclovense JC Mireles Charles (sobre el fenómeno creativo y la lectura). Al final, un poco apuradamente, vaya una felicitación a Salvador Jalife, Claudia Máynez, Saúl Rosales, Mariana Ramírez, Beatriz Bustamante y Lulú Romero, del TIM, quienes fueron apoyados por Laura Eraña, del Icocult Laguna. Ojalá esto se repita en 2009.