En mala hora a los perredistas se les hizo una sentina su elección interna. Cuando muchos escuchábamos las campanas de Encinas repicar, de golpe amanecimos con la novedad de que las triquiñuelas del perredismo eran tan graves como las del PAN o el PRI, sólo que con difusión mediática y comentos insidiosos hasta de Lolita Ayala, esa ojiverde y dermipálida defensora de los probes que dejó la lectura de sus muy imparciales noticias para sumarse a la línea de editorializar con perruna bravura los embrollos internos escenificados por el chuchismo-santoclosismo.
Está bien, aceptémoslo: nuestros partidos han llegado a excesos de barbarie nunca vistos en la historia de la mierda humana, pero de eso a creer que el más sucio entre los sucios es el PRD, nomás los caraduras lo creen. La elección interna del partidillo pecho amarillo no es más ni menos aberrante de lo que han sido las de sus opositores, sólo que esta vez la inmundicia es insistentemente resaltada por así convenir a los intereses del eje blanquiazul-pinolero-tricolor. Hace poco, tras la imposición calderonista de Germán Martínez en el PAN, lo cual es tanto o más infame que lo visto el pasado domingo 16, ni Lolita Ayala ni nadie subieron a la palestra para denunciar con sus flamígeras lenguas el evidente chanchullo de lesa democracia partidista. No, allí no pasó nada, y hasta Manuel Espino, poco antes muy entroncito, tuvo que lamer las manos de Calderón y de su ungido.
Hoy, sin embargo, la dinámica de poner el acento sobre lo que le conviene al Estado usurpador ha tenido una oportunidad en bandeja tras las elecciones del perderé. Un verdadero becerro para el destazamiento mediático, y en qué momento. ¿Quién se acuerda hoy, gracias a la magia de la televisión, de los contratos firmados como quien firma boletitos de kermés por Juan Camilo? Y lo mejor: ¿quién mete las manos al seboso cazo de los chicharrones donde se cocina el salvajismo perredista? Estupendo, lo que conviene tener a la vista una casa vecina y fea de ejemplo para mejor regentear el prostíbulo propio. Si en los últimos años el PRD ha hecho algo importante para favorecer al dizque enemigo, esto se dio con el proceso lamentablemente viciado (¿viciado por quiénes?, debemos preguntar) en el que en vez de mostrar democracia juntaron balas para que luego los afusilara el pelotón de mis generales Azcárraga y Salinas Pliego.
El fondo de los linchamientos es múltiple, pero en la actual coyuntura no hay una sola palabra contra el PRD que no se relacione directamente con el asunto del petróleo. Todo pasa por allí en este instante, como se puede ver en los numerosos programas de televisión que de manera espontánea (¿es necesario entrecomillar “espontánea”?) se politizan e instruyen al respetable y pasivo público sobre las bondades del tesoro que nos está esperando si escarbamos veinte mil leguas de piedra submarina. ¿Qué no significan nada esos programas? ¿No nos dicen algo extraño? ¿Somos algo malpensados si sospechamos que se trata de una cruzada de Mouriño & Cía. para hacer un meganegocio? Va un ejemplo. El domingo sobábame el ocioso abdomen mientras veía un programa (ignoro su nombre) de TV Azteca. Era una de esas eruditas emisiones vespertinas donde se hace picadillo a “los famosos”. La conductora, una tipa muy parecida a Ronald McDonald, echaba pestes contra las cirugías de Gloria Trevi al tiempo que la imagen nos enseñaba el antes y después en tetas, ignacias, nariz, greñero y demás de la chica que todavía hoy prefiere andar de pelo suelto. Al vómito, ya de por sí asqueroso como todo vómito bien nacido, se le sumó otro que ni siquiera requiere análisis: la señorita McDonald comenzó a darnos una lección seudosubliminal sobre civismo y tesoros escondidos en la profundidad de la mar océano. Lo hizo sin pudor, como si fuera normal incrustar aleccionamientos petrolíferos entre notas sobre putizas a Fabiruchis y nuevos gramos en el pechugamen de Sabrina. Ya ni la burla. No hay derecho, chatos.
Está bien, aceptémoslo: nuestros partidos han llegado a excesos de barbarie nunca vistos en la historia de la mierda humana, pero de eso a creer que el más sucio entre los sucios es el PRD, nomás los caraduras lo creen. La elección interna del partidillo pecho amarillo no es más ni menos aberrante de lo que han sido las de sus opositores, sólo que esta vez la inmundicia es insistentemente resaltada por así convenir a los intereses del eje blanquiazul-pinolero-tricolor. Hace poco, tras la imposición calderonista de Germán Martínez en el PAN, lo cual es tanto o más infame que lo visto el pasado domingo 16, ni Lolita Ayala ni nadie subieron a la palestra para denunciar con sus flamígeras lenguas el evidente chanchullo de lesa democracia partidista. No, allí no pasó nada, y hasta Manuel Espino, poco antes muy entroncito, tuvo que lamer las manos de Calderón y de su ungido.
Hoy, sin embargo, la dinámica de poner el acento sobre lo que le conviene al Estado usurpador ha tenido una oportunidad en bandeja tras las elecciones del perderé. Un verdadero becerro para el destazamiento mediático, y en qué momento. ¿Quién se acuerda hoy, gracias a la magia de la televisión, de los contratos firmados como quien firma boletitos de kermés por Juan Camilo? Y lo mejor: ¿quién mete las manos al seboso cazo de los chicharrones donde se cocina el salvajismo perredista? Estupendo, lo que conviene tener a la vista una casa vecina y fea de ejemplo para mejor regentear el prostíbulo propio. Si en los últimos años el PRD ha hecho algo importante para favorecer al dizque enemigo, esto se dio con el proceso lamentablemente viciado (¿viciado por quiénes?, debemos preguntar) en el que en vez de mostrar democracia juntaron balas para que luego los afusilara el pelotón de mis generales Azcárraga y Salinas Pliego.
El fondo de los linchamientos es múltiple, pero en la actual coyuntura no hay una sola palabra contra el PRD que no se relacione directamente con el asunto del petróleo. Todo pasa por allí en este instante, como se puede ver en los numerosos programas de televisión que de manera espontánea (¿es necesario entrecomillar “espontánea”?) se politizan e instruyen al respetable y pasivo público sobre las bondades del tesoro que nos está esperando si escarbamos veinte mil leguas de piedra submarina. ¿Qué no significan nada esos programas? ¿No nos dicen algo extraño? ¿Somos algo malpensados si sospechamos que se trata de una cruzada de Mouriño & Cía. para hacer un meganegocio? Va un ejemplo. El domingo sobábame el ocioso abdomen mientras veía un programa (ignoro su nombre) de TV Azteca. Era una de esas eruditas emisiones vespertinas donde se hace picadillo a “los famosos”. La conductora, una tipa muy parecida a Ronald McDonald, echaba pestes contra las cirugías de Gloria Trevi al tiempo que la imagen nos enseñaba el antes y después en tetas, ignacias, nariz, greñero y demás de la chica que todavía hoy prefiere andar de pelo suelto. Al vómito, ya de por sí asqueroso como todo vómito bien nacido, se le sumó otro que ni siquiera requiere análisis: la señorita McDonald comenzó a darnos una lección seudosubliminal sobre civismo y tesoros escondidos en la profundidad de la mar océano. Lo hizo sin pudor, como si fuera normal incrustar aleccionamientos petrolíferos entre notas sobre putizas a Fabiruchis y nuevos gramos en el pechugamen de Sabrina. Ya ni la burla. No hay derecho, chatos.