Un
vagabundeo en la plataforma Prime me deparó el encuentro inesperado de El gallo de oro, película basada en un
relato de Juan Rulfo. El texto, un cuento o novela corta, como queramos verlo,
fue adaptado a guion por Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes, y contaron
para esto con la colaboración de Roberto Gavaldón, quien a su vez dirigió la cinta. De la
historia hubo un remake, como le
llaman, titulado El imperio de la fortuna,
y recientemente una serie con la cantante Lucerito como protagonista, que por
supuesto tengo toda la intención de no ver.
Para mí, El gallo de oro es y será siempre el primero que salió a la luz, el de 1964, con Narciso Busquets como Lorenzo Benavides, Lucha Villa como La Caponera e Ignacio López Tarso como Dionisio Pinzón (ver foto). En este triángulo de buenos actores baso mi querencia a la historia concebida por Rulfo sobre el mundo de las ferias y los galleros.
El
argumento es sencillo, pero está lleno de interés. Pinzón es un pobre diablo
que se dedica al hoy extinto oficio de pregonero, una especie de publicista
antiguo. Vive con su madre, quien muere al principio de la historia mientras su
hijo sueña con la feria próxima que le dará la oportunidad de ganar buen dinero
como gritón de palenque. Tras el fallecimiento de su madre, Pinzón desea
comprar una caja digna para enterrarla, pero como no tiene plata se conforma
con envolverla en un petate, como taco.
Así
llegan las peleas de gallos, y en una de ellas rescata de la muerte a un gallo
perdedor, que queda lisiado. Lo reanima, lo cura y lo entrena hasta que lo presenta a una pelea.
Para entonces, el don nadie Pinzón ya se ha enamorado secreta e imposiblemente de La
Caponera, una cantante de feria y compañera del gallero y tahúr Lorenzo
Benavides. La suerte de Pinzón es grande: su gallo gana varias peleas a
Benavides, y atribuye los triunfos a su talismán, La Caponera. Con la intercesión
de la cantadora, Pinzón se asocia entonces con Benavides, y ganan, se hacen incluso
de una hacienda, lo que precipita el final, pues La Caponera es mujer de
ferias, no una esposa convencional.
Cierto
que la película exhibe todavía el lastre de cargar demasiadas canciones dentro
del argumento (aunque en algo justificadas por el oficio de La Caponera), pero
no deja de abordar dos temas que siempre han estimulado la imaginación de la
humanidad: el de la fortuna y sus vaivenes, por un lado, y los flecos de la
ambición y el triunfo, por otro.
Ha sido un grato accidente reencontrarla.
Que tengan un espléndido 2025.