miércoles, enero 01, 2025

El gallo de oro otra vez


 








Un vagabundeo en la plataforma Prime me deparó el encuentro inesperado de El gallo de oro, película basada en un relato de Juan Rulfo. El texto, un cuento o novela corta, como queramos verlo, fue adaptado a guion por Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes, y contaron para esto con la colaboración de Roberto Gavaldón, quien a su vez dirigió la cinta. De la historia hubo un remake, como le llaman, titulado El imperio de la fortuna, y recientemente una serie con la cantante Lucerito como protagonista, que por supuesto tengo toda la intención de no ver.

Para mí, El gallo de oro es y será siempre el primero que salió a la luz, el de 1964, con Narciso Busquets como Lorenzo Benavides, Lucha Villa como La Caponera e Ignacio López Tarso como Dionisio Pinzón (ver foto). En este triángulo de buenos actores baso mi querencia a la historia concebida por Rulfo sobre el mundo de las ferias y los galleros.

El argumento es sencillo, pero está lleno de interés. Pinzón es un pobre diablo que se dedica al hoy extinto oficio de pregonero, una especie de publicista antiguo. Vive con su madre, quien muere al principio de la historia mientras su hijo sueña con la feria próxima que le dará la oportunidad de ganar buen dinero como gritón de palenque. Tras el fallecimiento de su madre, Pinzón desea comprar una caja digna para enterrarla, pero como no tiene plata se conforma con envolverla en un petate, como taco.

Así llegan las peleas de gallos, y en una de ellas rescata de la muerte a un gallo perdedor, que queda lisiado. Lo reanima, lo cura y lo entrena hasta que lo presenta a una pelea. Para entonces, el don nadie Pinzón ya se ha enamorado secreta e imposiblemente de La Caponera, una cantante de feria y compañera del gallero y tahúr Lorenzo Benavides. La suerte de Pinzón es grande: su gallo gana varias peleas a Benavides, y atribuye los triunfos a su talismán, La Caponera. Con la intercesión de la cantadora, Pinzón se asocia entonces con Benavides, y ganan, se hacen incluso de una hacienda, lo que precipita el final, pues La Caponera es mujer de ferias, no una esposa convencional.

Cierto que la película exhibe todavía el lastre de cargar demasiadas canciones dentro del argumento (aunque en algo justificadas por el oficio de La Caponera), pero no deja de abordar dos temas que siempre han estimulado la imaginación de la humanidad: el de la fortuna y sus vaivenes, por un lado, y los flecos de la ambición y el triunfo, por otro.

Ha sido un grato accidente reencontrarla.

Que tengan un espléndido 2025.