Si lo miramos con un poco más de detenimiento y
prescindimos de sentimentalismos chovinistas, La Laguna es un lugar inhóspito
para vivir. El frío casi no nos golpea, pero el calor se ensaña durante varios
meses y, lo sabemos bien, si no contamos con algún aparato de refrigeración
artificial, estamos fritos (lit).
Claro que es una suerte estar exentos de sismos y no deja de ser tranquilizador
que las inundaciones no nos diezmen como sucede durante ciertas temporadas en
otros lugares del mundo. Tenemos ventajas y desventajas, como en todos lados,
pero en nuestro caso es cierto que las desventajas no matan; eso sí, vaya que
echan a perder la sensación de bienestar.
Creo que las dos principales inclemencias de nuestro
clima son el calor, ya mencionado y cada vez más subido de voltaje, y las
horribles tolvaneras. En las semanas recientes, por ejemplo, hemos visto tres o
cuatro algo violentas. La peor duró buen rato y provocó una ola de fotos y
videos en las redes sociales; el documento más impresionante, en video, mostraba
uno de nuestros legendarios terregales desde un avión, y fue para todos
evidente cómo avanzaba la muralla de polvo sobre la ciudad.
Se podría pensar que los laguneros nos hemos acostumbrado
ya a las tolvaneras. Sospecho que esta es una conclusión errada. Aunque nos
azotan cada vez con más frecuencia, aunque con ellas hacemos autoescarnio
regional en las redes sociales, creo que jamás nos sentiremos en paz con el fenómeno
meteorológico más peculiar de nuestra comarca, la también llamada “lluvia
lagunera”. No destruye tantos bienes materiales ni cobra víctimas, es verdad,
pero es un fastidio que nadie desea, pues mientras acontece nos produce una
sensación de suciedad inmediatamente verificable en la realidad concreta: todo,
absolutamente todo en todos lados, se cubre de polvo, hojas, ramas y basura
volátil. Las tolvaneras, además, no se detienen ante nada: ni las casas
herméticamente cerradas se escapan de resentir el polvo en su interior, así que
luego de que nos zarandean hay que sacar la escoba, los sacudidores y el
trapeador para volver a la sensación de aseo y orden.
Las tolvaneras son una calamidad inevitable en La Laguna, el polvo que somos y seremos, tanto que muchas veces he pensado en ellas como en lo más característico de nuestra tierra, de nuestra abundante y suelta tierra.
Nota. La foto que encabeza este post fue tomada por mi amigo Alfredo Máynez Gil, a quien agradezco haberla compartido.