Siempre he tenido curiosidad por la etimología. No soy
especialista, pero a lo largo de mi vida como lector he chapoteado en esa
laguna con el mismo gusto de un niño bien dispuesto a divertirse. Etimología
viene del griego “etymos”, “verdadero”, y “logos”, en este caso “palabra” o
“expresión”; así pues, la etimología de la palabra “etimología” es “expresión o
palabra verdadera”. Ahora bien, no nos
vayamos con la finta: una cosa es la etimología y otra es la realidad; es
decir, aunque etimología significa lo que significa no necesariamente debemos
ceñirnos a sus raíces para, hoy, entender algo en sentido estricto. En otras
palabras, no hay que incurrir en el error de la “etimologización”, como la
llama Luis Fernando Lara, quien da el ejemplo de la palabra “considerar”
(etimológicamente “examinar los astros en busca de augurios”, de “con”,
“junto”, y “sider”, “astro”), usada ya no para lo que propone su etimología,
sino de manera más general: “reflexionar con atención y detenimiento para
formar una opinión sobre algo”.
Visto lo anterior, pienso en algunos animales comunes cuya
etimología no nos deparara un asombro. Por ejemplo, “perro” es, según el más
famoso etimólogo de nuestra lengua, el catalán Jean Corominas, una onomatopeya,
es decir, una palabra relacionada con un ruido, en este caso del gruñido “perr-perr”.
Como no tiene relación con otras lenguas cercanas como el latín (“canis”), el
francés (“chien”), el portugués (“can”) y el vasco “(txacur”), se cree que su
origen es prerrománico, o sea, de alguna de las lenguas que se hablaban en la
península ibérica antes de la llegada de los romanos.
“Gato” es de origen incierto, quizá afroasiático, y es notable
el parecido que guarda esta palabra en varios idiomas: “gat”, “chat”, “cat”,
“gatto” y “gato”, respectivamente del catalán, francés, inglés, italiano y
portugués.
En cuanto a “caballo”, del latín “caballus”, también tiene
una etimología borrosa. Se cree que proviene del céltico o quizá balcánico. Lo
cierto es que, dada la importancia y la belleza de este animal, se ha
desplegado en un abanico amplio de palabras aledañas: “caballero”, “caballería”,
“cabalgadura”, “caballerango”, “caballada”, “caballete”, “caballuno”, “cabalgar”…
Del latín “vacca” tenemos “vaca”, cuya palabra derivada más
famosa es “vacuna”, dado que la primera vacuna se desarrolló a partir de una
viruela producida por las vacas, acierto científico que le debemos al inglés
Edward Jenner.
Las palabras de animales que más me gustan son aquellas que
en su misma etimología contienen una especie de descripción. Por ejemplo, “rinoceronte”,
que viene de “rinos”, “nariz”, y “ceros”, “cuerno”, es decir, animal que tiene
un “cuerno en la nariz”, que es casi como decir “unicornio”. También es curiosa
en este sentido la palabra “hipopótamo”, configurada en dos partes: “hippos”,
“caballo”, y “potamos”, “río”, es decir, “caballo de río”. Genial es “murciélago”,
de “mus” o “mur”, “ratón”, y “caecus”, “ciego”, o sea “ratón ciego”. Por
último, ornitorrinco, de “ornis”, “ave” o “pájaro”, y “rinchos”, “pico”, lo que
parece un pleonasmo, pues todas las aves tienen pico; lo que observa esta
palabra es, al contrario, la condición excepcional de un mamífero con pico, ya
que el ornitorrinco es esto.
Sea este breve viaje por la etimología de algunos animales
para recordarlos, es decir, para traerlos nuevamente al corazón, que eso
significa “recordar” (“re-cordis”, “traer de nuevo al corazón”).
*Artículo publicado en la revista Nomádica.
*Artículo publicado en la revista Nomádica.