Como
otros géneros, el cuento puede llegar a no parecer cuento, sino un objeto muy
distinto. De hecho, su catadura llega a tocar extremos harto atrevidos, casi
colindantes con el no-cuento. Uno de los casos más radicales que conozco es
“Instrucciones para abrir el paquete de jabón Sunlight” (El libro del fantasma, 1999), de Alejandro Dolina. Se ubica tan a
la orilla del espectro cuentístico que casi casi no lo es, aunque si lo
observamos con detenimiento tiene rasgos que participan del texto breve
narrativo. De hecho, supone tres formas de escritura, de ahí la dificultad que
plantea para definirlo: la presencia de un personaje que habla en primera
persona lo hace narrativo; la reflexión del personaje tiene algo de ensayístico
y, por último, ofrece líneas vinculadas al género de escritura que podemos
denominar “instructivo de producto comercial”, si es que esto existe. Veamos.
El texto no ha sido organizado en
párrafos, sino mediante una numeración en incisos, como la acostumbrada en los
instructivos. El primer y el segundo ítems cumplen cabalmente con la regla de
este género, es decir, dan indicaciones:
“1) Busque la flecha
indicadora.
2) Presione con el dedo pulgar hasta
que el cartón del envase ceda”.
Lo peculiar ocurre en el tercer ítem,
sitio donde irrumpe la anomalía:
“3) Disimule. Soy un
joven escritor que no tiene otra ocasión que ésta de conectarse con las
muchedumbres. Usted finja que sigue abriendo este estúpido paquete y yo le diré
algunas verdades”.
A partir de este momento el
instructivo pasa a ser un foro de expresión donde el redactor se comunica con
sus lectores para alcanzar un propósito que desborda la frivolidad a la que
estaba destinado, es decir, aleccionar sobre la apertura de un paquete. Para no
alterar al lector potencial, el redactor del instructivo seguirá ofreciendo
recomendaciones técnicas, pero en medio de ellas acometerá el objetivo de
pensar en un asunto trascendente, vinculado con la subjetividad del ser humano.
En síntesis, hará una veloz crítica del optimismo que solemos hallar en las
mafufadas de la autoayuda. Para el redactor del instructivo, la alegría de
oreja a oreja, la felicidad como dogma, es una falacia y por ello desea su
demolición:
“7) Escuche bien
porque tenemos poco tiempo: la tristeza es la única actitud posible que los
compradores de este jabón pueden adoptar ante un universo que no se les
acomoda. Toda alegría no es más que un olvido momentáneo de la tragedia
esencial de la vida. Puede uno reírse del cuento de los supositorios, pero éste
es apenas un descanso en el camino. Uno juega, retoza y refiere historias
picarescas, solamente para no recordar que ha de morirse. Ese es el sentido original
de la palabra diversión: apartar, desviar, llamar la atención hacia
una cosa que no es la principal”.
Por supuesto, no diré en qué concluye
la lista. Sólo añado que estas “Instrucciones para abrir el paquete
de jabón Sunlight” (de fácil consecución en internet) constituyen un texto
asombroso por su originalidad, por su gracia y porque a fin de cuentas tiene
sobrada razón en su repudio a los “sofistas risueños”.
Para mayor comodidad de mi esporádico lector, dejo inmediatamente aquí las:
“Instrucciones para abrir el paquete de jabón Sunlight”
Alejandro Dolina
Trabajo realizado por Manuel Mandeb por encargo de la agencia de publicidad Vivencia.
1) Busque la flecha indicadora.
2) Presione con el dedo pulgar hasta
que el cartón del envase ceda.
3) Disimule. Soy un joven escritor que
no tiene otra ocasión que ésta de conectarse con las muchedumbres. Usted finja
que sigue abriendo este estúpido paquete y yo le diré algunas verdades.
4) Los vendedores de elixir nos
convidan todos los días a olvidar las penas y mantener jubiloso el ánimo. El
Pensamiento Oficial del Mundo ha decidido que una persona alegre es preferible
a una triste.
5) La medicina aconseja cosmovisiones
optimistas por creerlas más saludables. Al parecer, la verdad perjudica la
función hepática.
6) Viene gente. Siga la línea de puntos
en la dirección indicada por la flecha.
7) Escuche bien porque tenemos poco
tiempo: la tristeza es la única actitud posible que los compradores de este
jabón pueden adoptar ante un universo que no se les acomoda. Toda alegría no es
más que un olvido momentáneo de la tragedia esencial de la vida. Puede uno
reírse del cuento de los supositorios, pero éste es apenas un descanso en el
camino. Uno juega, retoza y refiere historias picarescas, solamente para no
recordar que ha de morirse. Ese es el sentido original de la palabra diversión:
apartar, desviar, llamar la atención hacia una cosa que no es la principal.
8) Conversar acerca de estos asuntos es
considerado de la peor educación. Los comerciantes se escandalizan, las
personas optimistas huyen despavoridas, los maximalistas declaran que la
angustia ante la muerte es un entretenimiento burgués y los escritores
comprometidos gritan que la preocupación metafísica es literatura de evasión.
Al respecto, mientras le recomiendo que no deje el paquete de jabón al alcance
de los niños, le juro que todo lo que se escribe es de evasión, menos la
metafísica: las noticias políticas, los libros de sociología, los horarios del
ferrocarril, los estudios sobre las reservas de petróleo, no hacen más que
apartarnos del tema central, que es la muerte.
9) Calcule 100 gr. de jabón por cada
kilo de ropa sucia.
10) Cuánto más inteligente, profunda y
sensible es una persona, más probabilidades tiene de cruzarse con la tristeza.
Por eso, las exhortaciones a la alegría suelen proponer la interrupción del pensamiento:
“es mejor no pensar...”. Casi todos los aparatos y artificios que el hombre ha
inventado para producir alegría suspenden toda reflexión: la pirotecnia, la
música bailable, las cantinas de la Boca, el metegol, los concursos de la
televisión, las kermeses.
11) Separe la ropa blanca de la ropa de
color. Y entienda que la tristeza tiene más fuerza que la alegría: un hombre
recibe dos noticias, una buena y una mala. Supongamos que ha acertado en la
quiniela y que ha muerto su hermana. Si el hombre no es un canalla, prevalecerá
la tristeza. El premio no lo consolará de la desgracia. Byron decía que el
recuerdo de una dicha pasada es triste, mientras que el recuerdo de un pesar
sigue siendo pesaroso.
12) No mezcle este jabón con otros
productos y no haga caso de los sofistas risueños. Tarde o temprano alguien le
dirá: “Si un problema tiene
solución, no vale la pena preocuparse. Y si no la tiene, ¿qué se gana con la
preocupación?”. Confunde esta gente las arduas cuestiones de la vida
con las palabras cruzadas. La soledad, la angustia, el desencuentro y la
injusticia no son problemas sino tragedias, y no es que uno se preocupe sino
que se desespera.
Lloraba Solón la muerte de su hijo.
Un amigo se acerca y le dice:
—¿Por qué lloras, si sabes que es
inútil?
—Por eso —contestó Solón—, porque sé
que es inútil.
13) No está tan mal ser triste, señora.
El que se entristece se humilla, se rebaja, abandona el orgullo. Quien está
triste de ensimisma, piensa. La tristeza es hija y madre de la meditación.
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14) Ahora que se fue el jabonero,
aprovecharé para confesarle que suelo elegir a mis amigos entre la gente
triste. Y no vaya a creer el ama de casa Sunlight que nuestras reuniones
consisten en charlas lacrimógenas. Nada de eso: concurrimos a bailongos
atorrantes, amanecemos en lugares desconocidos, cantamos canciones puercas, nos
enamoramos de mujeres desvergonzadas que revolean el escote y hacemos sonar los
timbres de las casas para luego darnos a la fuga. Los muchachos tristes nos
reímos mucho, le aseguro. Pero eso sí: a veces, mientras corremos entre
carcajadas, perseguidos por las víctimas de nuestras ingeniosas bromas,
necesitamos ver un gesto sombrío y fraternal en el amigo que marcha a nuestro
lado. Es el gesto noble que lo salva a uno para siempre. Es el gesto que
significa “atención,
muchachos, que no me he olvidado de nada”.
NOTA: Las instrucciones para abrir el paquete de jabón Sunlight fueron rechazadas.