sábado, enero 29, 2022

Compacta vida

 











Los cuentistas suelen observar que no es necesario dilatar en un relato novelesco lo que puede caber en pocas páginas. Hay, por supuesto, muchos asegunes para matizar esta opinión a favor y en contra de la historia larga o corta, y desde ya sabemos que la discusión no tiene orilla. Lo habitual es que en una novela quepa un largo trozo de vida de los personajes, y en el cuento, al contrario, se narre apenas un momento, un lapso significativamente más breve.

Puede ocurrir, sin embargo, gracias al manejo de la elipsis y del tiempo subjetivo, que en un relato corto se apriete una vida entera en pocas páginas. Esto ocurre con claridad en el cuento “Modesta Gómez” (publicado originalmente en el libro Ciudad Real, 1960), de la siempre querible Rosario Castellanos. Ubicada en el estado de Chiapas, la protagonista, Modesta, es “atajadora”, oficio que consiste en atajar a las indígenas que llevan productos a los mercados, a quienes les tumban sus artículos a precios muy desventajosos o, cuando no, a la mala. Así empieza la historia, tal es el presente de la narración: Modesta amanece muy temprano para ver a quién esquilma en el camino.

Luego de este arranque, nos adentramos en el pasado de la protagonista. Hija pobre de una familia numerosa, es entregada a otra para que la mantengan a cambio de trabajo. Modesta es casi una niña cuando pasa a vivir en el espacio de la nueva familia, y allí le es impuesta una realidad igualmente desventajosa, pues su encargo principal es cuidar a Jorgito, niño de su edad pero ya armado, por su mala crianza, para abusar de los (principalmente de las) débiles.

Los años avanzan, y tanto Jorgito como Modesta acceden a deseos que rebasan lo infantil. El joven encuentra en ella un lugar seguro para desahogarse, y su madre lo deja actuar, pues prefiere que, como hombre, se desahogue en la sirvienta y no en riesgosas prostitutas: “Doña Romelia sospechaba algo de los tejemanejes de su hijo y los chismes de la servidumbre acabaron de sacarla de dudas. Pero decidió hacerse la desentendida. Al fin y al cabo Jorgito era un hombre, no un santo; estaba en la mera edad en que se siente la pujanza de la sangre. Y de que se fuera con las gaviotas (que enseñan malas mañas a los muchachos y los echan a perder) era preferible que encontrara sosiego en su propia casa”.

Pasa lo inevitable: Modesta queda embarazada, y en lugar de recibir un poco de piedad, de cobijo, la echan de la casa a toparse con un destino peor.

Los años siguen su marcha, Modesta encuentra a un hombre que la acepta; es un albañil con pésima suerte laboral, alcohólico y golpeador. Las desventuras no cesan hasta que ella halla su salvación en el oficio de atajadora. No es siquiera algo digno, pero en él se resume una vida llena de obstáculos hasta que la protagonista, por fin, alcanza una migaja de poder.

Rosario Castellanos condensa, en suma, la modesta vida de Modesta en cinco páginas: un largo viaje en el que el tiempo se comprime ante nosotros.