lunes, agosto 09, 2021

Algunas respuestas sobre el microrrelato

 
















Hoy cumpliría 94 años mi amigo y maestro David Lagmanovich (Huinca Renancó, Córdoba, Argentina, 1927-San Miguel de Tucumán, Argentina, 2010). Para recordarlo subo al blog una reseña de 2005 publicada originalmente en el ejemplar 29 de Espéculo, revista electrónica de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. Veo que esta publicación, coordinada por el doctor Joaquín María Aguirre, llegó hasta el número 48 (julio-octubre de 2011). Durante algunos años David y muchos académicos, a los que me sumé tímidamente con algunas reseñas, aparecimos en aquel espacio, que a mi juicio era muy bueno. Ya no supe qué pasó, por qué dejaron de circular nuevos ejemplares, aunque el contenido de 48 números (1995-2011) sigue en línea aquí. Colaboré, como dije, en algunos ejemplares; en uno de ellos, con la reseñita que acá reitero como recuerdo de David en su onomástico.

Algunas respuestas sobre el microrrelato

Jaime Muñoz Vargas

La emergencia reciente de un espécimen literario conocido indistintamente como microrrelato, cuento en miniatura, casicuento, minificción, brevísimo o minicuento, ha dado ya significativo pábulo a una reflexión crítica para tratar de asirlo. Como en casi todos los casos, se ha pasado de la práctica a la explicación, de la escritura de esas piezas narrativas al examen que permita entender su evolución y sus características. Aunque todavía escaso, el escudriñamiento de estos alfileres prosísticos ha comenzado ya a ofrecer resultados y no es arriesgado pensar que pronto hablaremos de este género (¿subgénero?) sin la sensación de andar sobre terreno movedizo.

David Lagmanovich, poeta y ensayista argentino, maestro en la Universidad de Tucumán y en varias de los Estados Unidos y Alemania, ha dado un paso importante en la clarificación de este asunto con Microrrelatos, un acercamiento crítico donde las micronarraciones ocupan el centro de su atención en tanto frutos que ya abundan por racimos pero que todavía no han sido suficientemente pasados por la lupa.

Acaso sea “El dinosaurio” de Monterroso la pieza emblemática de este género. Ninguna como ésta ha conseguido una cantidad mayor de lecturas y paráfrasis. Pero es apenas un caso entre miles, como lo demuestra Lagmanovich. Tan grande ha sido la producción de microrrelatos en Latinoamérica que ahora es un imperativo construir el aparato crítico que dé cuenta de su historia, sus rasgos específicos, sus máximos representantes y la bibliografía disponible para leerlo y para explorarlo con mirada crítica.

En México son pocos los que han detenido su mirada en el microrrelato; puede decirse que es Lauro Zavala el crítico que más énfasis ha puesto en su recolección y en su estudio. De allí la importancia que implica ventilar las opiniones de un minucioso observador del fenómeno como lo es David Lagmanovich; sus comentarios pueden ayudarnos a incorporar nuevas nociones en torno a un género cada vez más fecundado por los escritores de nuestras literaturas.

El crítico argentino plantea de entrada que la indiferencia ante el microrrelato se ha basado, entre otras razones, en “la persistencia de viejos hábitos de lectura —la idea, por ejemplo, de que el objeto ‘libro’ debe impresionarnos por su volumen— [lo cual] impedía, en muchos lectores y críticos, que se prestara demasiada atención a ese fenómeno”. Pero ante la exuberancia casi tímida del microrrelato tal indiferencia no podía durar, y eso es precisamente lo que Lagmanovich muestra con su indagación: que estos diminutos tejidos narrativos son ya tan abundantes que posponer su consideración evidenciaría, cuando menos, la demora de los espeleólogos literarios.

El argentino expone que los embriones de la brevedad podemos encontrarlos en buena parte de la estética decimonónica. Aunque a la literatura llega un tanto después, el deseo de evitar excesos y redundancias se incorpora gradualmente a las artes; así en Debussy y su rechazo a la extensión de los dramas líricos wagnerianos o, en el plano de la escultura, la belleza conceptual y simbólica de Constantin Brancusi. De la torrencial búsqueda en la forma se pasa poco a poco al despojamiento de todo aquello que empiece a parecer desmesura, ripio.

En fin, todo esto confluye en uno de los más poderosos asertos teóricos del arte del siglo XX: la maravillosamente adecuada aseveración, compartida por Walter Gropius, Mies van der Rohe y otros teóricos del grupo de la Bauhaus (1919-1933) que se expresa en estas tres palabras: “Menos es más”.

Con esa nueva estética sobre la mesa, los narradores, como los demás artistas de la palabra, tenían dos caminos polares: el primero, insistir en la redundancia con claras tendencias barrocas —lo cual, con Carpentier y Del Paso, no me parece ilegítimo— y, el segundo, edificar obras donde sean abolidos los excesos, las tautologías, los agregados ornamentales, donde lo menos tienda a ser más. Por supuesto ninguna de las dos rutas ha sido anulada, pero sí es evidente que la segunda comenzó a gozar de más adeptos que han optado por la mesura y la ultracondensación.

Microrrelatos es un libro dividido en cinco partes, todas ellas allanadoras del camino que nos guía al entendimiento pleno de la narración brevísima. “Márgenes de la narración: el microrrelato hispanoamericano”, sondea los orígenes de esta forma de ficción en nuestra América y cita ejemplos representativos; “Hacia una teoría del microrrelato hispanoamericano” ubica y separa las características del micro en relación con otras formas de expresión narrativa; “Sobre el microrrelato en argentina” y “Para un censo de microrrelatos argentinos” da cuenta de lo que ha sucedido con el género en la historia literaria de aquel país millonario de narraciones, y “Marco Denevi y sus Falsificaciones” recorre el quehacer clave como microficcionista de quien escribió El amor es un pájaro rebelde.

Libro de importancia capital para quienes se dedican a la práctica y a la teoría del cuento brevísimo, Microrrelatos, ensayo del argentino David Lagmanovich, contiene además numerosas piezas narrativas (el género muy bien lo permite) que sirven de ejemplo a cada afirmación, por lo cual su utilidad es doble y deja ver que la escritura de microrrelatos llegó a nosotros para no irse nunca más, como lo puede testimoniar esta perla inolvidable de la argentina Ana María Shua (tomada de La sueñera) y que no resisto la tentación de re-citar:

¡Arriad el foque!, ordena el capitán. ¡Arriad el foque!, repite el segundo. ¡Orzad a estribor!, grita el capitán. ¡Orzad a estribor!, repite el segundo. ¡Cuidado con el bauprés!, grita el capitán. ¡El bauprés!, repite el segundo. ¡Abatid el palo de mesana!, grita el capitán. ¡El palo de mesana!, repite el segundo. Entretanto, la tormenta arrecia y los marineros corremos de un lado a otro de la cubierta, desconcertados. Si no encontramos pronto un diccionario, nos vamos a pique sin remedio.

Microrrelatos, David Lagmanovich, Cuadernos de Norte y Sur, Tucumán, 2004, 153 pp.