Por
razones que no viene al caso describir, mi biblioteca ha estado diez años a mi
parcial alcance. Esto significa que muchos de sus libros han permanecido no
sólo inconsultos, sino prácticamente inaccesibles a mis manos y a mi vista
durante largo tiempo. Tras una mudanza reaparecieron algunos con los cuales
hace décadas establecí un vínculo de cariño más que de ocasional lector. Este
es el caso de Bestiario, de Julio
Cortázar, en la edición publicada en México por Nueva Imagen hacia 1982.
Al
hojearlo me topé con tres sorpresas. Primera, que lo leí en 1984, cuando tenía
veinte años y estaba a mitad de la carrera; la segunda, que su memorable
portada es un “Autorretrato” de Francisco Toledo, artista de quien no tenía
noticias en aquel momento; y tercera, que entre sus páginas habitaba un boleto
de camión de la ruta Torreón-Gómez. Este último detalle jaló recuerdos que
seguramente comparten muchos laguneros. La ruta de los “Verdes”, aún vigente
como la de los “Rojos”, su competencia, hacía sus periplos en la zona conurbada
de La Laguna, por eso les decíamos “Torreón-Gómez-Lerdo”. Sé que con el tiempo,
cuando dejé de viajar en bus urbano, amplió poco a poco su recorrido y en este
momento no sé con claridad qué tanto cubre. Aquellos camiones son básicamente
los mismos que ahora podemos ver en circulación entre nuestras tres ciudades.
Como muchos, los abordé desde mi
adolescencia innumerables veces. Para hacer económico su uso, los estudiantes
teníamos una especie de prerrogativa: pagábamos un documento llamado “abono”
con duración de un mes. Era una especie de credencial con foto, renovable, con
la cual podíamos hacer tantos viajes como quisiéramos sin pagar en cada
ascenso. El boleto que encontré supone que ya para 1984 no usaba el abono, sino
que pagaba el costo total de cada viaje; el precio de un recorrido era de
$110.00 (años después, en 1993, con la
llegada de los nuevos pesos, fueron eliminados esos tres ceros para que no se
notara tanto la brutal inflación acumulada durante los gobiernos de Echeverría,
López Portillo y De la Madrid).
Vuelvo
al libro de Cortázar. Si encontré un boleto entre sus páginas, es un hecho que
leí parte de su contenido en mis andanzas sobre el camión. La edición de Nueva
Imagen me parece, pese a la austeridad de su acabado, muy bien lograda,
impecable. En ella seguramente participó Saltiel Alatriste, quien por aquellos
años tenía relación con tal editorial antes de ser mandamás en Alfaguara:
Luego, ya en el nuevo milenio, como sabemos, cayó en desgracia literaria por tristes
acusaciones de plagio.
Bestiario
es, quizá, el libro de cuentos más famoso de Cortázar, pese a ser uno de sus
primeros títulos. Fue publicado en 1951
y en él hay cuentos que todavía hoy se dejan leer con asombrado gusto. Necesito
releerlo para rehidratar su contenido con precisión, pero de mi memoria no se
ha diluido la perplejidad que me produjeron cuentos como “Ómnibus”, “Las
puertas del cielo”, el legendario “Casa tomada” y, claro, el relato que da
título al libro, “Bestiario”.
Parece
mentira que hayan pasado ya 35 años desde que lo leí. Durante ese lapso ha
cambiado mucho el mundo, mi mundo, pero
siguen vigentes ciertas realidades; por ejemplo, la ruta de los “Verdes” y mi ahora
vieja admiración al autor de Rayuela.