La
cesura de la normalidad que propició el encierro ha exacerbado una disposición
lúdica sin precedentes en las redes. A toda hora se nos atraviesan pequeños
desafíos, retos de amigos, acertijos de cualquier índole. Está bien que así
sea, pues el largo enclaustramiento está generando casos de ansiedad y
depresión que en alguna medida pueden ser paliados por el divertimento. Por
fortuna ya no falta mucho para restaurar el “orden” (por llamarlo así, aunque
es necesario aclarar que se trata de un orden muy injusto) alterado por el microorganismo
oriundo de China.
Dentro
de mi propio estrés, hace algunos días imaginé uno juego viable para ser sumado
al menú de juegos propuesto en la coyuntura del distanciamiento social. Pensé,
en el estilo ucrónico de Óscar de la Borbolla, una pregunta: si fuéramos
reporteros, ¿a qué personajes históricos desearíamos entrevistar y en qué
momento? La pregunta puede extenderse a cinco o diez personajes; menos suena a
poco y más suena a demasiado. En la idea de recorrer un abanico temporal más o
menos amplio y no centrarme en un solo periodo de la historia, respondo, me respondo
(tampoco hay que pensarlo demasiado, sino contestar de botepronto como todo lo
que contestamos en las redes).
Empezaría
por entrevistar a Sócrates mientras aguarda la cicuta; el hecho de que no
reculara y, al contrario, se dejara ajusticiar con tal de sostenerse en lo
dicho, es un ejemplo de valentía intelectual que no han menoscabado más de dos
milenios. Luego me gustaría dialogar, en pleno Renacimiento, con Leonardo
mientras dibuja el Hombre de Vitrubio, pedazo de papel que representa al
humanismo, Un poco después, hacia finales del siglo XVI, no hubiera estado nada
mal conversar con Cervantes durante su cautiverio de casi cinco años en Argel,
para muchos críticos el momento bisagra en la vida de quien luego escribiría el
Quijote. Casi de la misma época, pero
de este lado del charco, sería muy grato conversar con sor Juana mientras
escribe la Respuesta a Sor Filotea para
dejar en claro quién es quién en los deportes. Y por último, del siglo XX, creo
que me decanto por intercambiar algunas palabras con el Che mientras se
disfraza para entrar a Bolivia con pasaporte falso.
Dejo
fuera, con dolor, con mucho dolor, a decenas de personajes. Si tuviera más
espacio metería a otros cinco (Marco Aurelio, Raimundo Lulio, Fray Bartolomé,
Víctor Hugo, Flores Magón) y aun así no acabaría. Es lo malo de los juegos, que
a veces envician y no queremos ver su fin.