En
la diversificación de las actividades propias de la reclusión el menú del
ciudadano estándar no varía mucho: del llamado home-office se pespuntea a la cocina, al aseo, a la lectura, al
vagabundeo en las redes e indudablemente al consumo de películas. En el caso
del ítem final, en este anómalo periodo he preferido el documentalismo, como si
la ficción quedara reservada a los libros, y la no ficción al mundo del video.
En el documentalismo incluyo, con algo de manga ancha, todo tipo de producto
periodístico no coyuntural, como las entrevistas.
He
visto pues muchas biografías y no pocas entrevistas a políticos, artistas y pensadores.
Una que volví a ver recientemente es la que hizo el periodista Antonio Carrizo
a Borges en 1979, justo cuando el autor de Inquisiciones
llegó a sus 80 años. Es un diálogo famoso, tanto que de tal acercamiento nació
un libro publicado en 1982 con el título Borges,
el memorioso, que un año después sería reeditado en México por el FCE.
Quiero detenerme en una respuesta que permite reflexionar sobre un fenómeno de
(perdón por el adjetivo) palpitante actualidad.
Carrizo
le dice: “Usted nació en el siglo en 1899, ¿se considera un hombre del siglo
XIX?” La respuesta es muy interesante: “Desde luego, trato de merecer ese
siglo, tan superior al actual [XX], creo que el XVIII fue quizá superior al XIX, en
el que empezó a desmoronarse todo (…) en el XIX ya tenemos la idea del éxito
divulgada por Napoleón, la idea de que es importante ser famoso, de que es
importante ser rico; todo eso existía, sí, pero no en la conciencia de todos, y
ahora vivimos en un mundo atroz de competencia, existe la vergonzosa palabra promoción, y yo mismo soy un poco
cómplice de esas cosas, pero trato de no serlo pero vivo en un mundo así, un
mundo de empujones”.
Apenas
escuché esto pensé en las redes sociales, creadas casi exclusivamente para
exacerbar en grados patológicos el apetito por ser ricos y famosos, la
competencia y la promoción (más comúnmente algo peor: la autopromoción).
Ahora
bien, una de las ideas que ha permeado la reflexión pública durante la
turbulencia provocada por la pandemia se refiere al mundo en el que
amaneceremos luego de la crisis. De manera harto esquemática podemos mencionar
los dos planteamientos extremos que salen a la luz: tendremos una sociedad que
refuerce lo que ya teníamos, digamos individualista, u otra en la que se
enfatice lo comunitario, hoy casi extinto. La diferencia entre ambos polos estará,
para decirlo con Borges, en los empujones, en elegir que el codazo al prójimo “para
triunfar” sea o no el eje de la vida.