Cada
tanto respondo cuestionarios de estudiantes de secundaria, preparatoria o
profesional, preguntas que los jóvenes formulan con la ayuda de sus maestros de
literatura o español. Son pues pequeños encargos, nada complicado, chambitas
para ayudar a que ciertos jóvenes obtengan una nota y nada más. Trato sin embargo de ser atento, de no
estropear sus propósitos y responder lo mejor que puedo. Así pues, mientras
armaba el libro Entre las teclas (2016) llegó un par de solicitudes estudiantiles. Lo extraño
es que, pese a la sencillez e incluso la ingenuidad de los formularios, las
preguntas y las respuestas andan cerca del tema que aborda este libro. Hice
pues una pequeña edición a los cuestionarios y quedó esto que ahora reciclo sólo para que no se quede en los intestinos de mi lap top.
¿Cómo
nació ese deseo por la literatura?
El deseo por dedicarme a la literatura
nació, como suele ocurrir con muchas vocaciones, de manera misteriosa. Sólo
puedo explicar mi gusto por las letras como algo accidental, felizmente azaroso.
Tuve una infancia muy ordinaria, llena de calle y de juegos, de escuelas
públicas y de vagancia adolescente, y aunque me gustaba convivir con amigos de
la cuadra, al mismo tiempo comencé a leer, a sentir asombro ante la palabra
escrita. En mi casa no había libros ni lectores, pero mi madre compraba a
diario el periódico La Opinión y
gracias a esas páginas comencé a tomarle gusto a la lectura. En mi temprana
adolescencia me convertí en terco coleccionista y lector de revistas
deportivas, y ya para entonces buena parte de mi vida se relacionó con eso:
leer pasó a ser una actividad importante para mí. Nunca renuncié al mundo, me
gustaba la calle, los amigos, pero en secreto también me sentí precozmente
fascinado por las letras impresas. Fue hasta los 16 o 17 años cuando sentí la
curiosidad de escribir. Arranqué a ciegas, sin ninguna instrucción previa, y ya
a los 18, cuando ingresé a estudiar mi carrera, sospechaba que la literatura
debía ser parte de mi vida. A partir de entonces conocí maestros y amigos que
orientaron mis lecturas y comencé a escribir y a publicar con frecuencia en
periódicos, revistas y libros. Tengo 52 años, y de ellos he invertido más de
treinta en la práctica de la lectura, la escritura y la publicación. Esto
parece mucho, pero no: sigo aprendiendo, sigo sintiendo que jamás terminaré de
descifrar los secretos de la creación literaria.
¿En
qué o en quién está basado su primer libro?
Se llama El augurio de la lumbre, y es un libro que casi desde que fue
publicado, en 1990, a mis 26 años, dejó de agradarme. Son diez cuentos
realistas, no autobiográficos, todos ubicados en el contexto lagunero y la
mayoría con personajes jóvenes; en los cuentos no calco la realidad vivida o
experimentada por mí; las historias parecen reales pero son ficciones, inventos
de mi imaginación. Casi todos los escritores se arrepienten de sus primeros
libros, y yo no soy lo excepción, también me arrepiento un poco de El augurio… Aunque, por otro lado, no
dejo de guardarle algo de cariño, el cariño de un autor que se compadece de sus
obras aunque las vea muy feas.
¿Cuál
es el género que prefiere aparte del que usted escribe?
Yo prefiero narrar, contar historias,
inventar personajes, y aunque no tuve talento para hacer poesía, creo que ella,
la poesía, es el género más importante de la literatura.
¿Cuál
es el lugar más adecuado para inspirarse?
Ninguno. Escribo donde puedo y cuando
puedo. Se trata de un trabajo, así que aquí no existe la “inspiración”, sino la
disciplina, la tenacidad, la paciencia. Aunque parezca raro, escribir es como
trabajar en cualquier otra cosa. El plomero o el dentista o el abogado o la
cocinera hacen lo que hacen, como el escritor, estén o no estén “inspirados”.
¿Alguno
de los personajes de sus libros está relacionado con usted?
Sí y no. Pueden participar de algunos
rasgos de mi personalidad o reproducir alguna experiencia vivida por mí, pero
no son “yo”. Cuando escribo mis relatos no cuento mi autobiografía: invento,
ficcionalizo mi experiencia. Ahora bien, como lo que invento parece real —incluso
lo ubico mayoritariamente en escenarios reales de La Laguna— algunos lectores
creen que estoy contando mi vida. Esto es falso.
¿Tiene
algún proyecto en mente?
Muchos. Siempre tengo ideas en proceso.
Algunas llegan a su fin y se convierten en libros; otras, lamentablemente, no.
¿Cuál
es?
Debo afinar este año una novela ya
terminada y tratar de escribir otra. Por suerte tengo varios libros ya listos
para ir a la imprenta, así que de publicar no me preocupo tanto.
¿Qué
es lo que más le gusta de ser escritor?
Que jamás dejo de asombrarme, que la
necesidad de escribir me mantiene alerta y permanentemente impresionado con el más
importante invento de la humanidad: el lenguaje.
¿Qué
tan alto le gustaría llegar?
No me interesa llegar alto. De hecho, no
me interesa llegar a ningún peldaño. Llegaré hasta donde lo permitan mis
aptitudes y mi esfuerzo, trataré de cumplir mi vocación. Si lo hago, aunque no
sea leído ni famoso, habré llegado a donde quise: ser escritor. Con eso basta.
¿Cuál
libro fue de gran inspiración para usted?
Hay muchos, pero creo que un detonador
de mi amor juvenil por la literatura fue la novela El reino de este mundo, del cubano Alejo Carpentier. Cuando la leí,
lloré conmovido ante la belleza de las palabras y me dije: quiero escribir,
quiero intentar esa belleza.
¿Cuál
es su propósito en la vida de las personas con sus libros?
Me da gusto tener lectores, decirles
algo distinto, hacerles apreciar ciertas realidades no tan visibles. El centro
de mis libros, aunque no lo parezca, es ese extraño animal llamado ser humano.
¿Cuánto
y cuál ha sido la inversión de la creación de un libro?
La pregunta es “cuál ha sido la
inversión de la creación de un libro”. ¿Cuál libro? ¿Cualquier libro? No
entiendo bien la pregunta, pues además queda difuso si te refieres a la
creación en términos de escritura o a la creación en términos de maquila. Si es
la primera, se trata de algo incuantificable, pues habría que considerar muchos
gastos implícitos en el proceso de creación, como comida, luz, papel, agua,
wifi, extensión en tiempo del proyecto, etcétera. Si es la segunda forma de
creación (la maquila), también varía mucho, pues depende del tamaño, calidad,
extensión y tiraje del libro.
¿Cuáles
han sido sus ganancias como escritor?
No sé exactamente, pero no son grandes.
Mis mayores ingresos por trabajos de escritura han provenido de dos fuentes:
los concursos y el periodismo. En los concursos he podido ganar de golpe
premios más o menos grandes y así tener dinero extra para algo (un auto,
enganchar una casa…). En el periodismo, como autor de una columna que aparece
dos veces a la semana, el ingreso no es grande pero sí constante.
¿Se
dedica a otra cosa además de la escritura?
Sí, soy maestro y editor.
¿Cuáles
han sido sus ganancias en ese otro trabajo? (si lo tiene)
No son muy grandes, pero sí constantes,
seguras. De hecho, son la principal y casi única fuente de manutención que
tengo para mi familia y para mí.
¿Cree
que es posible vivir solo de escribir y publicar libros?
En la inmensa mayoría de los casos, no.
Casi todos los escritores necesitan fuentes alternas de ingreso.
¿Conoce
algún otro escritor que viva de su escritura?
He tratado a Paco Ignacio Taibo II y a
Juan Villoro, aunque no tengo amistad con ellos. Creo que ambos viven de lo que
escriben y publican, pero no podría asegurarlo totalmente.
¿Qué
opina de los escritores de best-seller juveniles que viven de eso?
Que cada quien, de acuerdo a sus
capacidades y objetivos, encuentra sus fuentes de subsistencia: el plomero en
la plomería, el carpintero en la carpintería, el abogado en el derecho, el
piloto en la aviación, el taquero en los tacos, el narcotraficante en el
delito, el escritor de libros de mercado en la seudoliteratura o el
seudoperiodismo. Cada quien se acomoda en donde quiere y/o puede.