miércoles, marzo 18, 2020

Demasiada información













Cualquier navegante de internet sabe a qué me refiero cuando hablo de demasiada información en la red. Es tanta, tan variada y torrencial que se congestiona en nuestros sistemas de recepción y no nos permite ver más que una nebulosa mancha de mensajes, cifras e imágenes. Es, claro, una paradoja: jamás pensamos que íbamos a quedar en la lona informativa por exceso de información, casi como quien no puede digerir por exceso de alimento.
No hace mucho, un periódico, un noticiero de televisión y alguno de radio nos abastecían. Podían decirnos la verdad, podían mentirnos (quizá más esto que lo otro), pero al final terminábamos con alguna certeza bien apretada en el puño: “Lo dijo Jacobo en 24 Horas; por tanto, es cierto”. Hoy, con miles de Jacobos hablando al mismo tiempo, contradiciéndose al mismo tiempo, la impresión que queda es que no sabemos nada de nada.
No quiero afirmar con esto que haya sido mejor el monopolio de la información que el maremagno noticioso del presente. Lo que planteo es pensar y repensar cómo nos movemos en la selva actual, a qué le damos crédito y, sobre todo, qué compartimos. Si entre la información confiable se filtran toneladas de notas con datos deliberadamente erróneos y gritones, poco haremos para calmar la inquietud social. En el caso de la pandemia, por supuesto, la primera fuente de información es la oficial, la información emitida por especialistas en salud pública, no la que brota sin ton ni son sólo para desatar alarmas ya de por sí activadas.
Hoy como nunca asistimos a la primera contingencia sanitaria global, y nunca como en estas semanas el planeta entero ha vivido con tanta zozobra. Como todos estamos conectados, la pandemia inclina a que las notas falsas corran sin fronteras y aticen aún más la angustia social, pues al peligro del contagio le viene aparejado el peligro económico, la turbulencia en las bolsas, el aumento en el precio del dólar, el desabasto de víveres y medicamento, la pérdida de empleos, el colapso de los sistemas de salud pública. En tal escenario poco o nada ayuda diseminar rumores recién pescados en Whatsapp o, peor, inventarlos con ánimo experimental, lo que obviamente no incluye el meme explícito que con humor trata de paliar en algo el estrés.
Atender las indicaciones de las autoridades es lo que podemos hacer para colaborar en la crisis, y de paso elegir con atención nuestras fuentes informativas. Es poco y es mucho a la vez. Habrá que hacerlo.