Cortés
llegó a Veracruz el 21 de abril de 1519, hace 500 años, y la efeméride me
agarró sin tiempo para leer o releer algo más que no fuera lo estrictamente
vinculado con los materiales de mi trabajo editorial. Me asomé, eso sí, a
algunos pasajes de las Cartas de relación
y a un libro de historia muy mal traducido: La
conquista de México (Porrúa, Sepan cuantos…, 1996), de Beatrice Berler. Pasaron
los meses y el propósito de husmear en la crónica de Indias se esfumó hasta que
pude acometerlo durante estos días de diciembre, y muy a las carreras.
En
la FIL compré varios títulos más de la colección Opúsculos publicada por El
Colegio Nacional. Uno de ellos, Visión de
Anáhuac (1519), de Alfonso Reyes, entró a mi carrito de compras no tanto
por el libro en sí, sino por el amplio y compendioso prólogo de Javier
Garciadiego. La Visión…
es un texto de difícil etiquetado. Creo que se trata de un ensayo de descripción
histórica o algo aproximado a esto. Cuando lo leí por primera vez, hace treinta
años en aquella serie de Lecturas Mexicanas editada por la SEP en el sexenio de
De la Madrid, pese a mi juvenil oscuridad logré detectar que se trataba de una
obra esencial, un orgulloso recuento de la maravilla de cultura que los
mexicanos heredemos y son la base de nuestro mestizaje. Me dispuse pues a
releer aquel texto de Reyes escrito en Madrid hacia 1916. Antes de comenzar
recordé, no sé por qué, que en algún lado leí o escuché una afirmación acaso
falsa, pero no por ello menos interesante: cuando Borges y Bioy querían saber
si una frase estaba bien escrita, apelaban a la entonación de su amigo Reyes.
Fue así como, sin batallar, pues bien sabía que eso estaba allí, busqué en
YouTube la lectura de
Reyes a su Visión…, y emprendí un
experimento que ahora recomiendo: oír y leer al alimón a Reyes, seguir el ritmo
de sus palabras y sentir en ellas la gravitación de su voz emocionada al pasar
revista a “la región más transparente del aire” observada desde dos balcones:
uno, el de las crónicas de Cortés, Bernal, Solís y Gómara, y dos, el de su
propia experiencia como transeúnte de nuestra meseta central.
Atravesar
la Visión… de Reyes por ambos caminos
me llevó a la sorpresa de encontrar que en algunas mínimas partes el texto
escrito no coincide con la voz del autor. Son pocos los agregados, las
supresiones y las permutas, así que recomiendo el mismo viaje a quienes quieran
hacerse una idea del asombroso mundo que encontró Europa en la joya que poco
después sería bautizada Nueva España.