miércoles, enero 01, 2020

Fantasmas desatados














El escritor —y más precisamente el narrador, el creador de relatos— es un animal habitado por fantasmas, un aposento por el que deambulan seres incorpóreos de la más variada catadura. Quien padece de manía cuentística o novelística sabe, por ello, que escribir es el único recurso que tiene para apaciguar en su interior el hervidero de espectros que lo enfebrecen, de suerte que construir historias es un autoexorcismo, una especie de liberación.
¿Y qué tipo de seres son los que pueblan el alma del narrador? La respuesta es simple: todos. Un creador de esta naturaleza no discrimina edad, sexo, temperamento, aspecto y costumbres de los bichos concernientes a su obra. Lo mismo puede, por esto, indagar en la personalidad de un asesino que en la de un santo sin que en ninguno de los casos se tome esto como diatriba o como apología. Me refiero, claro, a los textos que saben borrar o esconder, si lo tienen, su intención moral o edificante, panfletaria en suma.
Sobre este tema y sus alrededores leí dos artículos en la semana que cerró 2019. Uno de ellos, publicado en Milenio, fue escrito por Arturo Pérez Reverte. Su título es agresivo: “Déjennos escribir, idiotas”, y en él se calza los guantes contra cierta crítica inclinada a considerar como indefectible la necesidad de que el escritor sea a la vez un sujeto responsable desde el punto de vista ético y se abstenga en lo posible de crear obras que puedan ser interpretadas como atentatorias contra algún valor social, sea cual sea. El autor de La carta esférica arremete contra esos árbitros (los llama “inquisidores, perdonavidas puritanos, esbirros”) y defiende el derecho del escritor a escribir lo que guste.
El otro artículo es “Las dos caras de Vargas Llosa”, de Fernando D’Addario, publicado en Página 12, y de alguna manera se vincula con el de Pérez Reverte. D’Addario muestra un detalle algo anómalo entre la vida y la obra del novelista peruano. Por un lado, evidencia que para MVL el golpe en Bolivia tuvo como fin deponer al tirano Evo Morales, y por otro, que MVL exhibe en Tiempos recios, su más reciente libro, la terrible realidad vivida por la Guatemala de Jacobo Arbenz, una realidad nada ajena, como la de Bolivia hoy, a la intromisión gringa. Se puede decir, por esto, que Vargas Llosa es un señor que opina públicamente de una manera y con total libertad escribe ficciones como si fuera otro, como si sus fantasmas lo obligaran todavía a ser algo progre.