miércoles, enero 15, 2020

Recuerdo de Carlos Girón














Cuando uno recuerda con claridad lo que ocurrió hace cuarenta años quiere decir que la vida ya viene más o menos de bajadita. Hace unos días murió Carlos Girón, el clavadista, y fue suficiente leer su nombre para que de inmediato se agolparan en mi mente ciertas imágenes de 1980. Seguramente vi su competencia más famosa en un televisor Admiral “a color” instalado en la sala de la nueva casa, pues hacia mediados del 77 mi familia se había mudado de Gómez Palacio a Torreón. Usé comillas porque aquel aparato, aunque parecía lujoso por su caja de madera brillante e imitación caoba, desde el punto de vista cromático siempre funcionó de manera desigual: pasaba caprichosamente del color al blanco y negro, así que debíamos darle golpes para que recuperara el rejego full color.
Las Olimpiadas de Moscú se celebraron en las postrimerías de la Guerra Fría, y los gringos las boicotearon con su inasistencia. La influencia de los Estados Unidos provocó que otros 65 países hicieran lo mismo. México no se plegó a la decisión norteamericana y asistió con sus atletas. Entre ellos estaba Carlos Girón, esperanza de medalla para México, país siempre destacado por contar con clavadistas de élite.
El día de la competencia en trampolín de tres metros todo el país estaba atento a la posible hazaña. En aquellos tiempos había pocos canales de televisión, así que durante los grandes acontecimientos no era raro que, en efecto, fuera unánime el seguimiento de los televidentes. En todo el país vimos pues que Carlos Girón alcanzó un desempeño extraordinario y llegó a tener casi asegurada la de medalla de oro. Fue entonces cuando su contrincante más cercano, un ruso de nombre Aleksandr Portnov —como amablemente nos informa Wikipedia—, debía hacer un clavado de elevada calidad para alcanzar a Girón. Muy al contrario, Portnov tiró un clavado atroz, lo que le valió una calificación muy baja. Esto garantizaba la presea dorada para el mexicano, pero algo raro y muy localista sucedió.
Los jueces anularon el clavado y permitieron que el soviético se lanzara otra vez. Alegaron que en su anterior ejecución había sido desconcentrado por un grito, hecho que parecía nimio pero sirvió para que Portnov pegara un mejor brinco, consiguiera una calificación alta e injustamente se agenciara la de oro.
Pese a todo, Carlos Girón fue considerado y recibido como héroe. Han pasado cuatro décadas, pero para muchos sigue siendo el mejor clavadista mexicano de la historia. Descanse en paz.