Ayer celebramos la presentación en Gómez Palacio de El pez torpedo. Ética aplicada
(Colofón-Arteletra, México, 2018, 99 pp.), libro de Javier Prado Galán (Torreón,
Coah., 1959), jesuita, doctor en filosofía por la Universidad Nacional Autónoma
de México y autor de numerosos libros, todos vinculados con la reflexión
filosófica. En su trayectoria profesional, Javier ha fungido como vicerrector
de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México y actualmente es Director
General Académico de la Ibero León.
La ética es la rama filosófica con la que más se ha
relacionado el quehacer de Prado Galán. En varios de sus libros, tal reflexión
se ha dado en el plano de lo, digamos, general, de lo abstracto. El pez torpedo es una puesta en práctica
del imperativo ético en la vida cotidiana. El filósofo lagunero ha delimitado
entonces el territorio de su propuesta a ocho espacios del accionar común: el
ambiental, el amoroso y sexual, el científico, el empresarial, el político, el
profesional, el mediático y el vital. Como podemos imaginar, casi no queda
ámbito del entramado humano que no sea al menos sobrevolado por la mirada del
autor.
¿Y qué es el “pez torpedo”? ¿Por qué figura en el título y se
asimila a la dimensión ética? Prado Galán comenta que Sócrates fue calificado
de “torpedo” en alusión al pez cuya facultad es paralizar o “entorpecer”, tal y
como la ética lo hace cuando queda puesta sobre la mesa antes de tomar casi
cualquier decisión. Así entonces, el propósito del libro es plantear que en
todas las dimensiones de su existencia el hombre puede enfrentar al pez
torpedo, es decir, a la ética que ralentice o limite sus acciones e incluso las
anule.
Cada ensayo nos pone frente al abismo abierto por la ética y
su envés: la indiferencia. Por ejemplo, en el caso de la ética ambiental
sabemos que es urgente frenar el deterioro de la naturaleza, pero esta
posibilidad choca con la necesidad de mantener la producción tal cual y, de
paso, los empleos. Algo similar ocurre con la ciencia, navaja de filo doble:
por un lado, facilita la existencia, y, por el otro, la pone en riesgo, y para
muestra bastan los botones del gran desarrollo médico al lado del vertiginoso
avance del armamentismo, todo relacionado con la “tecnociencia”. Las demás
éticas (empresarial, política, mediática…) tienen igualmente el afán, si no de
paralizar, al menos sí de colocarnos frente a disyuntivas que por complejas
demandan nuestra urgente y permanente preocupación.