miércoles, abril 03, 2019

Cien nomádicas apariciones




















Creo que supe de Nomádica desde su aparición. Un ejemplar, el primero, cayó en mis manos y como siempre pasa en estos casos pensé en sus posibilidades de vida: durará poco, lamentablemente. Pensé eso porque en general la vida de las revistas suele ser muy corta. Cuántas no aparecen con ímpetu de gran acontecimiento editorial y se disuelven al primer hervor, casi como si no hubieran nacido. Les pasa lo que decía Max Rivera sobre ciertas películas: “Tienen salida de pura sangre, pero llegada de burro”. Pasados los primeros meses, seguí viendo Nomádica en puestos de periódicos, seguí leyéndola, y no puedo no confesar que me asombró por tres razones muy evidentes: porque había sobrevivido a su primera infancia (la etapa más difícil), porque en cada número mejoraba su calidad en forma y contenido, y porque su extraña temática comenzaba a parecer de ingente interés para cierto tipo de lectores.
Fue pasadito el número veinte, si no me engaña la memoria, cuando un encuentro fortuito con Monsi nos llevó a decidir mi colaboración. Recuerdo haber felicitado al copiloto de Héctor Esparza, también amigo mío, y allí, sin más, acordamos una primera colaboración. La verdad fue un espacio que me gustó desde que los repasé por primera vez, aunque en sus páginas me sentía siempre un tanto intruso, pues yo vengo y me muevo más en lo literario, en lo estrictamente cultural, y estar ahora aquí, entre científicos, antropólogos, ambientalistas y otros expertos me resultó por lo menos extraño. Como pude, recurrí a mi bagaje —a mi “vagaje” callejero— y de allí fueron saliendo textos relacionados sobre todo con mi experiencia directa como habitante del planeta. Reflexioné de todo lo que vemos a diario: la basura, el uso indiscriminado de plásticos, el descuido de nuestra flora, el conflicto permanente con el agua, los peligros de la tecnología obsoleta, el maltrato a los animales, en fin, lo que cualquiera piensa y la mayor parte de las veces no aterriza en el papel, sino en la conversación de sobremesa.
Dije —insinué— aquí arriba que Nomádica es una revista algo extraña en nuestra región; la mayoría de las que conocemos y han sobrevivido largo tiempo se relacionan temáticamente con la política, los deportes o las notas rosas llamadas “de sociales”. Por ello, ¿qué destino le esperaba a una publicación como Nomádica? ¿Eran viables sus temas en un mercado habitualmente lejano del conocimiento científico e histórico? ¿Llamarían la atención sus reportajes sobre nuestras zonas de interés? ¿Habría lectores para sus artículos sin grilla ni frivolidades del jet set regional? Con dificultades, casi heroicamente, esta revista fue demostrando poco a poco que se trataba de un proyecto viable, que, así fuera pequeño, había del otro lado un público lector sensible a los contenidos vinculados con nuestros hermosos y casi inexplorados parajes naturales, con nuestras costumbres de vida cotidiana, con nuestro pasado remoto y cercano. Nomádica ha seguido en pie por eso: porque ha encontrado a sus lectores y porque algunas instituciones públicas y privadas han confiado en ella para difundir sus logros de gobierno y sus servicios.
En resumen, no me queda más que sentir alegría con el arribo a este número cien. Para Héctor, Monsi y todo su equipo de asistentes y colaboradores, un abrazo espeso de admiración y respeto. Larga vida a Nomádica: que vengan otros cien.