miércoles, abril 24, 2019

Coplas de un payador



















Volver al arte querido es un hábito en el que me debato permanentemente. Me gusta la novedad, claro, descubrir aquí y allá nuevas bellezas, nuevos asombros, pero no puedo prescindir de ciertos goces duraderos, de esos que suelen acompañar a lo largo de la vida. Así como otros vuelven a The Doors o a Kerouac, así como otros regresan a Kurosawa o a Proust, yo vuelvo seguido a Yupanqui, y más particularmente a sus “Coplas del payador perseguido”, un largo poema expresado en secciones serenamente conversadas y en partes cantadas con reticencia, casi en voz baja, a la manera de los payadores.
Este poema de Roberto Chavero —nombre real de Yupanqui— narra la andanza de un cantor que va y viene por la geografía argentina y en todos lados ve con azoro penas y calamidades. La forma de cada estrofa es la “sextina”, y a la manera del clásico Martín Fierro, los octasílabos del payador yupanqueano proponen un recorrido en el que la realidad predominantemente cruel es introyectada por el cantor y convertida en reflexión sobre la vida y sus severidades.
Uno de los goces que reitero al escuchar estas coplas es el de comprobar que poco a poco he retenido, pese a la porosidad de mi memoria, sextinas completas y no pocos octasílabos sueltos en los que advierto alguna peculiaridad ética/estética mayor. Por ejemplo, en este par de estrofas seguidas donde el payador declara su condición, su origen y su desprecio a quienes no saben de la adversidad: “No sé si mi canto es lindo / o si saldrá medio triste; / nunca fui zorzal, ni existe / plumaje más ordinario. / Yo soy pájaro corsario / que no conoce alpiste. // Vuelo porque no me arrastro, / que el arrastrarse es la ruina; / anido en árbol de espina / lo mesmo que en cordilleras / sin escuchar las zonceras / del que vuela a lo gallina”. La sencillez del lenguaje y la plasticidad rústica de las imágenes embonan a la perfección. Asimismo, en una estrofa que aparece más adelante, Yupanqui pone en labios de su artista trashumante una virtud que para él era valiosa en todo creador: no creerse más que los demás, saber considerarse un trabajador más: “Si alguien me dice señor, / agradezco el homenaje; / mas soy gaucho entre gauchaje / y soy nada entre los sabios. / Y son pa’ mí los agravios / que le hagan al paisanaje”.
Aparece completo en Youtube. Me gustaría que les gustara igual que a mí.