La Laguna tiene
el extraño buen hábito de producir escritores casi de la nada. Digo esto con
una mezcla de orgullo y desazón, pues lo ideal sería que la literatura —y en
general cualquier disciplina artística— contara con entornos más propicios para
su perfeccionamiento. No es el caso de nuestra región, lugar en el que no
abundan las escuelas ni los talleres culturales, aunque en descargo es justo
asegurar que en las últimas tres décadas se han dado pasos importantes para
que, como sucede con la música, la plástica o la danza contemporánea, nuestra
tierra muestre ya un notable avance en términos de infraestructura tras el
remozamiento de los teatros Martínez, Nazas y Mayrán, la creación de los museos
Arocena y de los Metales y el Cinart, y el asentamiento de la Casa del Artista
junto con otros emprendimientos igualmente valiosos. Pero, como digo, no es
suficiente, ya que la región sigue creciendo en lo industrial y comercial sin
que este desarrollo vaya acompañado de más y mejores espacios para apoyar la
enseñanza para los jóvenes artistas.
Nuestra
literatura, como ya lo insinué, ha caminado gracias al apoyo de algunas
instituciones, es cierto, pero también merced a iniciativas propias y grupales
independientes. Muchos escritores quizá proceden así porque la literatura tiene
un amplio costado autoformativo, de suerte que es en los libros y la lectura en
soledad donde estos creadores afinan mejor sus talentos para luego dar frutos.
Es el caso, precisamente, del colectivo que impulsa la publicación de Un
lugar menos común, asamblea de escritores que más allá de la
institucionalidad ha decidido organizarse para articular un libro con poesía y
narrativa de reciente hechura. Paola Astorga, Antonio Cravioto Batarse, Claudia
Soto, Isabella Ibarra, Jorge Robles, Orlando Gómez Vázquez, Chacón Pascual,
Alfredo Castro Muñoz, Alejandra Madero García, Leonardo Crespo Zárate y Gerardo
Pineda Arciniega son voces relativamente nuevas en el contexto de la literatura
regional, pero eso no significa que cada uno por su cuenta no haya empeñado
muchas horas a su formación y tenga ya cuartillas dignas de aprecio.
Como sucede en
todos los libros colectivos, el lector sabrá identificar las luces que le
atraigan más o menos en este caleidoscopio de voces. Lo fundamental es tener el
conjunto a la vista y confirmar que La Laguna, con o sin editoriales, con o sin
escuela de Letras, con o sin apoyos, sigue siendo sementera fértil para el
impulso de escribir.
Celebro por todo
que tengamos este libro en nuestras manos; gracias a él se amplía la nómina de
laguneros dedicados al oficio silencioso y enaltecedor de la palabra.
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Lagunera, 29 de octubre de 2018
*Prólogo del libro Un lugar menos común cuya precentación se celebró en la Galería de Arte Contemporáneo del Teatro Isauro Martínez, Torreón, el 21 de febrero de 2019.