sábado, febrero 16, 2019

La insistencia de Leo Dan


















Siempre que dos viejos se reúnen, en algún momento hablan sobre la comunicación actual y la comparan con lo que no hace muchos años tenían a la mano para enviar mensajes. Por “viejos” abrazo —dada la velocidad con la que se nos vino encima el desarrollo de las nuevas tecnologías, principalmente de internet— a todos los que ya atravesaron, atravesamos, la frontera de los cuarenta años.
En alguna reunión de hace tiempo crucé, entre otros muchos sabrosos comentarios, uno sobre este tema con mis amigos Chava Perales, Heriberto Ramos, Chuy Haro y Édgar Salinas. Les cité una canción de Leo Dan que hoy es, creo, incomprensible para los muchachos. Es “Extraños”, aquella en la que el protagonista dice que le llama a su chica sin obtener resultados positivos.

Cómo poder saber si te amo
si la vida que llevamos
no nos da tiempo a pensar;
cómo poder saber si te amo
si además cuando te llamo,
me contestan que no estás. 

Esa es ahora una situación casi impensable. Con los celulares y todo lo demás, nadie llamaría sistemática, infructuosamente a su amorcito para encontrar del otro lado de la línea la voz cortante de la madre, el padre, el hermano o la tía solterona que con mayor razón se convertirá en dique contra la insistencia del pobre enamorado.
No existe la nota al pie de canción, así que podemos atrevernos a modificar, en una sola grafía —una “s” por una “n”—, la letra del cantautor santiagueño para que no parezca anómala a las nuevas generaciones. Mi propuesta es la siguiente, aunque es inevitable atropellar la lógica:

Cómo poder saber si te amo
si la vida que llevamos
no nos da tiempo a pensar;
cómo poder saber si te amo 
si además cuando te llamo,
me contestas que no estás.

La comunicación amorosa es ya absolutamente distinta a la de antaño, y por “antaño” me ubico apenas quince o veinte años atrás. Así, las cartas de enamorados, los desencuentros motivados por imprevistos, la falta de evidencias sobre infidelidades, todo ha sido anulado o trastrocado por Whatsapp y otros medios afines. Ahora ya no se dará aquella escena heroica de nuestra adolescencia: uno cuchicheando con la novia en el único teléfono de la casa, en la sala y con toda la familia frente a la tele, con un oído al gato y otro al garabato.